Jorge
Sampaoli reveló en la conferencia de prensa que cuando terminó el partido en
Rancagua le dijo a Johnny Herrera que gracias al mano a mano que le había
tapado a Enzo Gutiérrez iban a salir campeones. Quienes hemos visto fútbol
desde la niñez sabemos que hay jugadas e incidencias que generan resonancias
proféticas, que instalan una corazonada sofocante y que siembran la causa de un
efecto dramático. Lo que no sospechaba Sampaoli es, que en la mismísima revancha
final, Johnny Herrera volvería a protagonizar un capítulo premonitorio: los
azules tenían la serie 1 a
3 en contra y Boris Sagredo lo enfrentó solo… Otra tapada sobrehumana, otra
esperanza tímida y otra estrella que se empezaba a iluminar lentamente.
El
partido había comenzado bien para la Universidad de Chile: se acercaba con peligro por
ambas bandas y un Guillermo Marino inspirado lograba abrir el cerrojo impuesto
por Berizzo. El mismo Marino tuvo en sus manos la apertura de la cuenta en dos
ocasiones: en la primera gambeteó a dos rivales y su remate salió a centímetros
del poste, después quedó solo frente a Luis Marín pero se le cobró un offside inexistente
a Eugenio Mena, quien lo había habilitado con un centro atrás.
Enrique
Osses fue presionado durante toda la semana por el asqueroso periodismo
deportivo y aquello se notó en el primer tiempo: los rancagüinos estaban
repitiendo su ración de patadas rurales, el juez se hacía el desentendido y
cuando debió expulsar al indecente Nelson Saavedra por un planchazo EN LA CARA a Ángelo Henríquez se
limitó a cobrar falta y ni siquiera mostró amarilla. Las imágenes muestran
claramente que mientras Henríquez viene mirando el balón, este punga inmundo lo
espera de frente y lo agrede a mansalva. ¿Qué periodista ha tocado el tema?
Ninguno, pues todos son unas ratas blancas y aún se están sobando el lomo
después de las dos palizas históricas propinadas por la Universidad de Chile.
Con
una U volcada en terreno adversario y cuando se cumplía media hora llegó el
torpe penal de Marcelo Díaz en una jugada intrascendente. Luego del gol en
contra imperó el desconcierto: cinco tarjetas amarillas en dos minutos para los
azules y dos llegadas de O’Higgins que pudieron liquidar el encuentro: primero
falló Enzo Gutiérrez de cabeza y después aconteció el mentado tapadón de Johnny
Herrera ante Boris Sagredo. El desastre duró 10 minutos, Marcelo Díaz lanzó un
planchazo que por suerte no alcanzó al rival y la U se fue llena de dudas al descanso.
En
el inicio del segundo tiempo Osses expulsó a Jorge Sampaoli por reclamar y
prohibió la comunicación telefónica entre el casildense y Sebastián Beccacece.
Pregunto: ¿puede un árbitro impedir aquello? Eduardo Berizzo, en tanto, extrajo
todo el arsenal trasandino y O’Higgins se metió atrás, comenzó a cortar el
circuito creativo con faltas redundantes y a hacer tiempo de manera odiosa,
comandados por su arquero y por ese peón ingrato que es Luis Pedro Figueroa, el
mismo payaso que corrió desaforadamente para pedirle la camiseta a Ronaldinho
luego de que Brasil goleara a Chile. En fin, los azules ya se habían instalado
en cancha rival y llegaron las expulsiones de José Rojas y de Julio Barroso, el
primero extravió la parsimonia que debe enseñar como capitán y el segundo se
tituló de imbécil y de bravucón al pedo. ¿Quién salió perdiendo? O’Higgins,
naturalmente, pues Berizzo había diseñado una estrategia ultra defensiva y
perdía a un baluarte de la pelota reventada. Los contragolpes visitantes se
hicieron cada vez más tímidos y fueron controlados de manera magnífica por los
dos hombres que sostuvieron la zaga: Osvaldo González y Eugenio Mena. Tiro
libre de Charles Aránguiz y clara mano de Enzo Gutiérrez, penal que Osses
soslaya olímpicamente. Diez minutos después, y luego de una jugada enorme de
Ángelo Henríquez, cobra un foul inexistente contra Guillermo Marino y la U logra emparejar el marcador. Aquí
nos detendremos porque ambos incidentes han sido objeto de polémica y de
argumentos malintencionados: si Osses cobra la mano de Gutiérrez, los azules hubieran
tenido más tiempo para remontar el partido. ¿Por qué no lo cobró? Tal vez no lo
vio, así de simple, pues el remate de Aránguiz fue muy potente. En cuanto a la
falta erróneamente castigada, la TV
muestra la imagen contraria a la que presencia Osses, pues en realidad él tiene
al defensor rancagüino por delante: ve que Marino puntea la pelota y que el rival
le cruza la pierna para derribarlo. Esto es un error y nada más, Marino logra
engañarlo y eso es todo, aquí no hubo ley de compensación, como algunos
irresponsables lo señalaron. La invención del 8 azul, por su parte, sólo niveló
la balanza tras la injusticia previa y le dio más autenticidad al resultado.
Después
del empate el show de Berizzo se volvió vergonzoso: continuaba en la cancha
tras su expulsión, iba y volvía para perder minutos, amagaba la realización de
cambios y luego los desechaba para que el reloj avanzara: en suma, desplegó sin
asco la indecorosa escuela rioplatense, la misma que tantas veces ha criticado
Jorge Sampaoli y que ha sumido al torneo argentino en la mediocridad perenne. Otro
planchazo terrible del Pokemon Saavedra, que perfectamente pudo fracturar a Raúl
Ruidíaz, y otra vez el réferi le perdona la vida: sólo tarjeta amarilla. ¿Qué
debía hacer este infeliz para ser expulsado? ¿Lesionar de gravedad a algún
compañero de profesión? ¿Por qué gozó de tanta impunidad?
Se
determinan 5 minutos de descuento y, cuando parecía todo perdido, Guillermo
Marino anotó el segundo gol desatando la locura. Otra vez nos detendremos:
también se ha criticado el tiempo extra decidido por el juez, pero si sumamos
los minutos perdidos durante las expulsiones, más los cambios y la demora
enervante propiciada por Berizzo y sus lacayos, en realidad debieron haberse
indicado 7 minutos y no 5. O’Higgins ya no tenía fuerza y probablemente la U le marcaba el tercer gol. Fin
del partido y regresa el actor principal para la serie de penales: Johnny
Herrera… Herrera metió a la U
en semifinales de Copa tras una actuación descollante ante Libertad de Paraguay
y ayer fue el principal factor del tricampeonato. En la tanda desde los 12
pasos manejó el escenario a su antojo y generó el nerviosismo en unos
antagonistas que ya no se podían las piernas: es el precio que deben pagar los
equipos que le ceden la iniciativa a la Universidad de Chile. ¿Experiencia? ¿Frialdad?
Puede ser, pero probablemente los azules ganaron este torneo porque siempre han
trabajado más que el resto y porque el camarín se deleita con valores sublimes:
altruismo, camaradería y fidelidad, elementos esenciales del espíritu
deportivo. La U sacrificó
resultados internacionales para ayudar a la selección y nadie le agradeció su
abnegación al respecto, muy por el contrario: la ANFP la saboteó durante los
play-off con una inflexibilidad descortés y la prensa se regocijó tras su
eliminación ante Boca Juniors, amparando las burlas de los próceres cocacolinos
que, envidiosos y pusilánimes, al fin podían alumbrar su decrépito anonimato. Sin
embargo, otra goleada ignominiosa los devolvió a sus criptas con la cola entre
las piernas. ¿Aprenderán a cerrar el hocico ahora? No, pues la charlatanería,
la ordinariez y la insolencia son sus estandartes imperecederos.
Este
título tiene el sabor de la venganza después de todas las groserías y
desatenciones que debió tolerar el plantel, por eso el dramatismo fue
necesario, por eso Johnny Herrera debía ser la figura, por eso surgieron la
elegancia de Guillermo Marino y el derroche descomunal de Charles Aránguiz, por
eso la generosidad de Matías Rodríguez, Roberto Cereceda, Osvaldo González y
José Rojas obtuvo un premio celestial, por eso Ángelo Henríquez, Igor
Lichnovsky y Sebastián Martínez debutan como campeones. La U es un todo coherente, por eso
aventaja al resto de clubes chilenos y reluce en Sudamérica.
Consideraciones
finales:
- Marcelo Díaz
cumplió un año siendo figura pero la ansiedad le pasó la cuenta: cometió
un penal ridículo, pudo irse expulsado y falló desde los 12 pasos. Un
detalle: Herrera lo sacó de la escena cuando él quería patear el penalty
que finalmente convierte Aránguiz y que le da el empate a la U. Jamás deben
sobrecargarse las responsabilidades con metas desmedidas, Díaz es un
ejemplo de convicción y perseverancia,
pero “querer irse campeón” sólo le trajo como consecuencia un afán
de protagonismo que terminó jugándole en contra y que pudo ser fatal para
los azules. Siempre hay algo que aprender y este es un muchacho
inteligente que reflexionará sobre la experiencia en cuestión.
- O’Higgins es un
equipo difícil debido a su pragmatismo: se refugia atrás, tiene jugadores
malintencionados y contraataca en bloque. La ignorante prensa nacional le
endilgó a los rancagüinos rasgos ofensivos inexistentes debido a la
relación que tuvieron Berizzo y Bielsa, pero al fin y al cabo el supuesto
aprendiz sólo exhibió las viejas y sucias intrigas rioplatenses. Con eso
en la actualidad no basta.
- El sollozo de las
ratas blancas:
- Claudio Palma:
cuando terminó el partido, este yanacona dijo que los hinchas rancagüinos
tenían todo el derecho a estar molestos con Enrique Osses debido al penal
mal cobrado. Rodrigo Goldberg debió recordarle la mano de Enzo Gutiérrez no
sancionada como tal y que hubiese decretado el empate azul mucho antes.
- Pablo Flamm: este
gusano cilíndrico expresó de manera descontrolada que el réferi había
condicionado el resultado con el penal de la igualdad. Curiosamente,
también soslayó la mano de Gutiérrez.
- Francisco Sagredo:
este cerdo twitteó sobre el mismo tema e indicó de manera petulante que fue Osses quien había sacado
campeón a la U.
- Juan Cristóbal
Guarello: en su columna de El Gráfico esta rata blanca también lloriquea
por el cobro erróneo del juez y asimismo desatiende la mano de Gutiérrez.
- La Terzorra: en el colmo de la desfachatez, este medio
indigno publicó un artículo en el que plantea que a la U de Jorge Sampaoli sólo
le basta un título para alcanzar el éxito logrado por el Coco-Loco de
Borghi. Nosotros preguntamos: ¿y es que acaso Borghi ganó un torneo
internacional? La U
de Sampaoli superó hace rato aquella quimera putrefacta porque le sobran
los cojones que los indios olvidaron en sus calzones de goma cuando
cayeron con el Pachuca: LA UNIVERSIDAD DE CHILE GANÓ LA FINAL DE LA COPA SUDAMERICANA y las ratas blancas no.
El
“eterno cafiche” y sus zánganos pregonaron una ácida batalla desde que la U comenzó este proceso de
crecimiento sostenido: no soportan el bienestar azul e incluso fueron capaces
de respaldar a Boca Juniors, el mismo club que les armó un escándalo ruin en su
propia covacha. Tratan de desacreditar cualquier victoria de la Universidad de Chile
porque proceden con los peores vicios que puede tener un ser humano: la envidia
y el resentimiento. Sin embargo, la desgracia se acrecienta cuando reina la
indignidad y han debido pagar sus burlas ladinas con goleadas
ignominiosas y humillantes. A pesar de ello, la U sigue dándoles muestras de
generosidad y, al ganar el Apertura 2012, les ha evitado la molestia de
concurrir a hacer el ridículo a la Copa Sudamericana.
Un
abrazo a todos los azules del mundo que visitan este blog.
Un
abrazo a todo el plantel y al cuerpo técnico, pues han prevalecido luego de ser
saboteados durante todo el semestre.
Un
abrazo a los muchachos que jugaron lesionados postergando su salud y poniendo
en peligro su futuro deportivo.
Un
abrazo a la hermosa hinchada azul.
¡Viva
la U, mierda!