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viernes, 8 de marzo de 2013

Newell’s Old Boys 1 – Universidad de Chile 2


En el artículo anterior aseguramos que el crédito de Darío Franco se había agotado tras la sombría derrota ante el rústico y picante Santiago Wanderers, básicamente porque el equipo se había visto desordenado, indolente y con un mediocampo incapaz de crear alguna jugada decente. Manifestamos también nuestra inquietud ante el futuro de los azules en esta Copa Libertadores, torneo en el que ya se registraba una dura y mafiosa caída ante Olimpia. Entonces Darío Franco, enseñando agallas y relegando cualquier clase de temor, decide llevar un equipo más que mixto al Salvador, pese a que una nueva caída en el campeonato local prácticamente generaría su crucifixión. La apuesta resulta, se vence a Cobresal y se consigue el objetivo: haber guardado las fuerzas que debían desplegarse sí o sí en Rosario. Y así nomás fue…
La verdad es que la U nos sorprendió a todos, incluyendo a los más optimistas: nadie se imaginó a los azules dándole un baile durante 30 minutos al equipo de Gerardo Martino, lapso en el que el dos a cero se quedó corto y en el que perfectamente se pudo haber asegurado el pleito. La Universidad de Chile volvió a brillar y motivó un estado de felicidad que no se vivía desde la Copa Libertadores anterior, cuando se derrotó a Godoy Cruz, Peñarol, Nacional de Medellín, Deportivo Quito y a Libertad. Sólo la despreciable actuación del árbitro Paulo César de Oliveira pudo equilibrar el partido: llenó a la U de tarjetas amarillas injustificadas, inventó faltas cerca del área y compensó la expulsión del torpe Heinze con la de José Rojas, a quien excluyó de la cancha por nada. Cuando los imbéciles e ignorantes periodistas chilenos se pregunten otra vez -y con las babas colgando- por qué a los equipos chilenos les cuesta tanto ganar en Argentina, Uruguay y Paraguay, les mostraremos el arbitraje de este hampón y unos cuantos más de los que se han olvidado. Sacos de huevas.
Darío Franco dio con la formación ideal y comulgó con varios deseos de los hinchas más experimentados: jugó de visita con una línea de cuatro zagueros, en la que incluyó a Igor Lichnovsky para garantizar el cabezazo y en la que desplazó a Albert Acevedo hacia la franja derecha, para así evitar su misteriosa y aterradora espontaneidad; introdujo dos volantes de creación que también son capaces de generar buen fútbol: Charles Aránguiz y Sebastián Martínez; enriqueció la zona media insertando a Guillermo Marino, Gustavo Lorenzetti y Ramón Fernández, lo que a su vez le dio más opciones de habilitación a Sebastián Ubilla. En el segundo tiempo ingresó Isaac Díaz para darle preocupación a los zagueros rivales y así evitar que se sumaran al ataque con tanta libertad.
El planteamiento del nuevo cuerpo técnico resultó porque se le sacó provecho a aquella inspirada media hora inicial, aunque la tendencia al lujo de Ramón Fernández privó a los azules de un tercer gol que hubiese sido mortífero. Insistimos, sólo la actuación de ese réferi descarado que es Oliveira le permitió a los rosarinos seguir con vida. De hecho, el gol del descuento nace de una falta inventada que, para más remate, le costó la tarjeta amarilla a Gustavo Lorenzetti. Curiosamente, FOX jamás repitió la falsa incidencia.
Darío Franco decidió replegar las líneas para usufructuar la diferencia de velocidad mental y física que tenían a favor los jugadores azules. Y esta es la disimilitud respecto de la desgastada estrategia del proceso anterior: un equipo debe saber administrar la ventaja y jamás tiene que asumir la responsabilidad del contrincante. Una cosa es ser generoso y la otra es ser huevón.
Obviamente, para poder contragolpear de forma efectiva se necesitan delanteros rápidos y mediocampistas capaces de filtrar balones en profundidad. La Universidad de Chile cuenta con esta clase de elementos, lo que garantiza que jamás se volverá a cometer la idiotez de quedarse con dos zagueros en el fondo cuando se juegue de visita, especialmente en Brasil.
En cuanto a los rendimientos individuales, sencillamente se registraron actuaciones conmovedoras: José Rojas, Eugenio Mena, Charles Aránguiz, Guillermo Marino, Sebastián Ubilla e Isaac Díaz dieron una lección de cómo se juega de visita ante cabrones consolidados.
Pese a este gran resultado, existe en el ambiente una sana cautela, pues los torneos sudamericanos no poseen la fastidiosa obviedad de sus símiles europeos: acá cualquiera puede hacerle partido a cualquiera, en toda clase de escenarios y siempre hay resultados que sorprenden. El cuerpo técnico ha sido precavido con este triunfo y eso siempre es sano. De hecho, la Universidad de Chile le dará la prioridad a la revancha del próximo martes y jugará ante Iquique alineando a quienes habitualmente son suplentes, pues para materializar el éxito obtenido en Argentina la U debe derrotar a Newell’s en Santiago y la tarea no será fácil.
Al menos Darío Franco ha demostrado tener cualidades tácticas bastante pragmáticas, por lo que es improbable que plantee maniobras intrépidas e irracionales. La obligación recae en los rosarinos y su bloque defensivo es lento y discreto: ahí está la clave. Por ahora nos quedamos más tranquilos, pues el DT nos ha sorprendido y nos dio una nueva cátedra de paciencia, tal como alguna vez lo hicieron Cristian Traverso, Marcelo Díaz y el mismo Jorge Sampaoli.  
Un abrazo a todos los azules del mundo, la calma al fin llegó y ojalá sea el inicio de una flamante enseñanza.


viernes, 1 de marzo de 2013

El ácido regreso de la inestabilidad


La cualidad más repelente de las peores versiones de la Universidad de Chile siempre fue la imprevisibilidad: se iba al estadio desprovisto de toda certidumbre, la U podía jugar un partidazo o sencillamente realizar una labor anodina que flirteaba con la ridiculez. Así las cosas, la presentación vergonzosa ante el pésimo Wanderers de Valparaíso nos obsequió un repugnante viaje al pasado: los azules no jugaron a NADA, a absolutamente NADA. Y lo más detestable es que ya se presumía cierta evolución a cargo del nuevo cuerpo técnico. Sin embargo, el triunfo del fin de semana ante el patético San Marcos de Arica sólo fue un ensueño interpretado por una legión de espectros caprichosos, por fantasmas que de pronto recordaron su etérea condición. Y es que hay distintas maneras de perder: por lo general un equipo es vencido porque el rival lo superó en todas las líneas, porque se replegó demasiado y terminó ahogándose, porque arriesgó mucho y fue sorprendido en un par de contragolpes, porque algún árbitro desplegó un saqueo alucinante o porque algún jugador cometió un error puntual. En este caso no ocurrió nada de eso: esta derrota ante un cuadro de segundo orden sólo enseñó displicencia, insulsez y una falta de categoría alarmante si consideramos que el equipo está disputando la Copa Libertadores de América.
En el artículo anterior señalamos que Darío Franco necesitaba más tiempo y cierta consideración por parte de los simpatizantes azules debido a que las condiciones en que tomó el plantel no habían sido las más convenientes: figuras emigrantes, refuerzos discretos y jugadores reventados o lesionados. Sin embargo, en la absurda derrota ante los porteños el nuevo DT tuvo mucha responsabilidad. Franco planteó un tridente ofensivo que parecía interesante (César Cortés, Isaac Díaz y Juan Ignacio Duma), pero falló en dos asuntos claves:
  1. La estructura del mediocampo: la desfiguración de esta zona fundamental incidió precisamente en el abastecimiento de los mentados hombres en punta, quienes sólo recibieron pelotazos frontales de los defensores debido a que nadie salía a recibir el balón que nacía desde la zaga. La tarea debió recaer en Ramón Fernández, pero este jugador mediocre se escondió durante todo el partido porque sencillamente no existe si está ausente Guillermo Marino, quien a su vez fue relegado a la banca de forma insensata. Charles Aránguiz y Sergio Velázquez, por diferentes motivos, aún están en proceso de aclimatación y chocaron contra los antagonistas durante todo el pleito, mientras Roberto Cereceda abusó de lujos vanos en lugar de desbordar. El ingreso de Sebastián Martínez y de Gustavo Lorenzetti fue confuso y no aportó nada. ¿Cómo solucionar el problema? Charles Aránguiz debe jugar partido por medio para no alterar su recuperación, Sergio Velázquez debe tener continuidad para que su adaptación sea veloz, Guillermo Marino es titular indiscutido porque es el único capaz de generar juego limpio y con la pelota en el piso, y el retorno de Eugenio Mena es urgente porque sin él la banda izquierda no existe. Un factor preponderante será el regreso de Ezequiel Videla, quien -al contrario de su compatriota Ramón Fernández- pide el balón y asiste a sus compañeros durante los 90 minutos. Luciano Civelli también está en condiciones de aportar alguna solución en el terreno medio, pues al menos tiene potencia. En suma, si se juega con línea de tres en el fondo, por ahora los centrocampistas titulares debiesen ser Sergio Velázquez, Charles Aránguiz, Gustavo Lorenzetti, Gustavo Marino y Eugenio Mena. Ramón Fernández y Sebastián Martínez deben ganarse el puesto.         
  2. La zona defensiva, por su parte, fue conformada por Paulo Magalhaes, Albert Acevedo y José Rojas. Magalhaes se ve muy inseguro conformando una línea de tres, pues además se le resta libertad para llegar al área contraria, característica principal de su juego. Tal vez una buena opción sería retroceder a Sergio Velázquez o incluir alternadamente a Valber Huerta. Acevedo al centro de la zaga es un peligro público: no tiene estatura suficiente y entrega mal el balón, sus mejores aptitudes están relacionadas con las labores de marca específica. Lo anterior incide en que José Rojas se vea muy solo y con mucha tarea sobre los hombros. El ingreso de Osvaldo González y la recuperación definitiva de Waldo Ponce son urgentes, sólo así la señalada línea de tres zagueros tendría sentido. Lo que sí extraña es la relegación que sufre Igor Lichnovsky, capitán de la sub-20 que acaba de clasificarse a un Mundial, pues añade pierna fuerte, salida clara y altura. ¿No será que Franco es fanático del Señor de los Anillos y prefiere a los enanos?
Si bien, como indicamos, la línea ofensiva que enfrentó a Wanderers parecía interesante, fue muy mal asistida y sólo se destacó Isaac Díaz. César Cortés contribuyó con dos pifias de principiante y Juan Ignacio Duma lo hizo con su invisibilidad. El ingreso de Sebastián Ubilla fue atolondrado y no aportó nada. Así las cosas, solamente Isaac Díaz muestra condiciones como para evolucionar de manera importante, el resto es demasiado tibio para un equipo con pretensiones. Surge entonces la interrogante sustancial: ¿es la U de Franco un cuadro con aspiraciones? Por desgracia, creemos que no. Este será un maldito período de transición, al igual que el campeonato en curso. Los dirigentes lo tienen bien claro y sólo se dedican a especular para que el populacho se quede tranquilo.
Darío Franco es un DT inexperto que se demorará mucho en dar con la oncena titular. Por ahora se nota cierta tendencia al ensayo. En fin, sólo podremos emitir un juicio justo cuando pueda contar con todos los jugadores que quedaron triturados tras el proceso anterior, pero al menos ya debería tener claro el mediocampo. En todo caso, la ventaja que posee un cuerpo técnico de mayor experiencia es precisamente la que ahora es falencia en esta U: estructurar la estrategia más adecuada de acuerdo al plantel que se tiene y acortar los plazos de adecuación. El gran Sergio Markarián dio una clase magistral al respecto.

jueves, 21 de febrero de 2013

Un nuevo ciclo


Sentimos habernos ausentado durante tanto tiempo, pero los incidentes diarios suelen restringir nuestras aficiones.
En el último artículo que publicamos, Jorge Sampaoli aún era el DT azul y la verdad es que en aquel momento consideramos improbable su partida, básicamente porque la selección nacional había quedado exánime tras la nefasta conducción del vasallo “arbo” y, por lo tanto, asumir su dirección nos parecía una tarea imprudente. Estábamos equivocados: el victorioso cuerpo técnico de la U resolvió comprometerse en una expedición insólita pese a que debía afrontar una nueva Copa Libertadores.
Pese al reconocimiento eterno que tendrá Sampaoli en los hinchas de la Universidad de Chile, el final de su ciclo estuvo marcado por el desgaste irreflexivo de un plantel que no tuvo rotación y por decisiones tácticas recalcitrantes. Además, se concretó la fuga de jugadores demasiado importantes para el equipo y, por diversos motivos, los nuevos elementos que arribaron no rindieron como se esperaba. A propósito de esto, si bien reconocemos que son los propios futbolistas quienes presionan para emigrar y que este éxodo es inevitable cuando se agotan las instancias de acuerdo con los dirigentes, se cometieron al respecto dos errores esenciales de los que se debe aprender:
  1. Los deportistas que poseen una mayor capacidad de adaptación deben quedarse como mínimo un año: es inconcebible que Junior Fernandes y Raúl Ruidíaz sólo hayan jugado 6 meses en la U. Su partida, para más remate, se unió a la de Ángelo Henríquez y el resultado fue nefasto: se acabaron los goles.
  2. Si se contratan delanteros del medio local, tienen que llegar aquellos que se hayan desempeñado de manera óptima contra los azules; es decir, quienes le hayan hecho daño: el arribo de Gustavo Canales, pese a su posterior ingratitud, fue una buena decisión en su momento y haberse farreado a Emanuel Herrera fue una estupidez.       
Jorge Sampaoli deseaba formar una oncena de lujo que implicaba inversiones desmesuradas para el medio; curiosamente, al no obtenerlas enfatizó la actitud suicida de su sistema de juego. Las eliminaciones absurdas ante Sao Paulo y la Unión Española fueron el fiel reflejo de su tozudez. En suma, el casildense fue incapaz de extender su éxito y careció de la versatilidad que lo llevó a ganar la Copa Sudamericana de manera espectacular: el pleito contra Liga Deportiva en Quito comprueba que el DT podía alterar su esquema para privilegiar el resultado, acierto que desestimó cuando cayó con Boca en Buenos Aires.
En fin, todo esto es pasado y la realidad de la Universidad de Chile parece distanciarse mucho de ese gran equipo que ganó el primer trofeo internacional para el club: la propuesta de Darío Franco es muy distinta y los intérpretes también.
Aclaremos algo inmediatamente: Franco llegó a un cuadro debilitado por la emigración y por las lesiones originadas en el período anterior; por tal razón, merece un lapso de aclimatación en el que las críticas deben ser moderadas. Recordemos las derrotas que sufrió la U durante el primer semestre de la era Sampaoli: perdió ante los discretos Santiago Morning y San Felipe en el mismísimo Estadio Nacional. 
El asunto es que el primer desafío del actual cuerpo técnico fue salvado tranquilamente: la U avanzó a semifinales de la Copa Chile. Después se venció con claridad a Audax Italiano y se perdió ante Unión Española pálidamente, aunque en este último caso existía una justificación: el debut como local en la Copa Libertadores, circunstancia que implicaba una tremenda obligación si se pretendía iniciar el proceso de clasificación a octavos de final. Darío Franco cumplió otra vez y, volvemos a insistir, con un plantel diezmado. En cuanto a su estrategia, lo más notorio es la tendencia a utilizar tan sólo un volante de contención, que en este caso sería Sebastián Martínez. Esta determinación ha significado cierto desequilibrio en la zona, lo que ha expuesto en demasía a la línea de zagueros. Seguramente, la mentada inestabilidad será solucionada con la inclusión de Osvaldo González e Igor Lichnovsky, más el ingreso de los volantes mixtos que aún están recuperándose: Charles Aránguiz, Ezequiel Videla o Luciano Civelli. Hay que mantener la calma, desearle el éxito a Matías Rodríguez y darle la bienvenida a Sergio Velázquez, quien al parecer llegó con la mejor de las actitudes.
La igualdad con Everton en Quillota enseñó una vez más el principal obstáculo de este equipo: la ausencia de dos goleadores de fuste. Preguntamos: ¿esto es culpa de Darío Franco? Por ningún motivo. Es más, el problema real del nuevo DT azul es haber sido demasiado condescendiente con los dirigentes, aceptando  condiciones caracterizadas por una austeridad extrema y por una ignorante ceguera: ¿qué hace Miguel Ángel Cuéllar en Cobreloa, por ejemplo?
La derrota con Olimpia ha causado una estampida de yeguas inconsecuentes en las redes de comunicación social, hinchas que pretenden la continuidad de un proceso exitoso sin considerar los siguientes factores, algunos de los cuales ya señalamos en este mismo artículo:
  1. El gradual debilitamiento del plantel: desde que se ganó la Copa Sudamericana se han ido Eduardo Vargas, Marcos González, Gustavo Canales, Gabriel Vargas, Diego Rivarola, Junior Fernandes, Ángelo Henríquez, Felipe Gallegos, Raúl Ruidíaz, Marcelo Díaz, Francisco Castro y Matías Rodríguez. Antes ya se habían marchado Felipe Seymour y Edson Puch. Preguntamos otra vez: ¿los actuales reemplazantes de estos jugadores son sustitutos idóneos? En la actualidad, el rendimiento de la oncena es sostenido por los sobrevivientes del 2011: Johnny Herrera, José Rojas, Osvaldo González, Eugenio Mena, Charles Aránguiz, Gustavo Lorenzetti y Guillermo Marino. Quienes sí merecen paciencia y consideración son Igor Lichnovsky, Sebastián Martínez y Juan Ignacio Duma, pues nacieron en el club.
  2. La fatiga de los jugadores: ya señalamos la incomprensible obcecación del cuerpo técnico anterior respecto de la nula rotación del plantel, considerando además que varios deportistas azules estaban siendo nominados a la selección nacional. Consecuencia: Darío Franco heredó lesiones musculares e intervenciones quirúrgicas que, obviamente, inciden en los resultados.
  3. Cuando la mayoría de los periodistas, haciendo gala de su odiosa ineptitud, comparan el rendimiento de Darío Franco con el de Jorge Sampaoli soslayan groseramente un gran detalle: el casildense arribó a la U sin que la escuadra tuviera alguna responsabilidad internacional, sólo debía disputar el torneo de apertura 2011 y, por lo tanto, pudo practicar su estrategia sin exponerse tanto como hoy en día sí debe hacerlo Franco. Resulta injusto aquel discursito fúnebre de los hinchas que avizoran el fracaso anticipado del nuevo cuerpo técnico. Si Darío Franco obtiene algún título, estos paladines del pesimismo serán los primeros en embriagarse como cerdos.
  4. Por último, pretender que un cuerpo técnico reciente gane absolutamente todo desde el principio no es más que una desfachatez iletrada: ¿cómo empezó la temporada el AC Milan? ¿Acaso el retorno de Bianchi a Boca Juniors ha sido sencillo? ¿Ganó algo el Newell’s de Martino en su primer año? ¿Cómo fue el primer semestre de Lasarte en la UC? Darío Franco debe trabajar tranquilo y los simpatizantes azules tienen que apoyarlo, así de simple. De lo contrario, que todos se hagan hinchas del Barcelona de una maldita vez y se acabó.
Mientras la prensa deportiva sigue exhibiendo su pedante analfabetismo y, como aseguró El Mercurio, considera que la U tiene complicada sus opciones coperas”, nosotros aclararemos lo siguiente: que los azules cayeran en Asunción estaba dentro de las posibilidades; además, perdió por errores puntuales que son propios de un cuadro en rodaje, igualmente se creó ocasiones de gol y, cuando se estaba uno a cero abajo, fue mal anulada una llegada a fondo de Charles Aránguiz. Para más remate, el segundo tanto de los paraguayos fue absolutamente viciado y restringió el resultado final de manera vergonzosa. Replicándole al periodismo rasca: la Universidad de Chile tiene intactas sus posibilidades de clasificación porque hasta ahora ha obtenido dos resultados lógicos: derrotó al campeón venezolano en Santiago y perdió en Paraguay. La U depende de sí misma y su obligación es ganar los dos encuentros que le restan como local y sacar puntos en Argentina o en Venezuela. Cualquier otra cosa que se diga sólo es basura malintencionada.