Los récords provocan una secuela antipática: terminan fastidiando y se convierten en un lastre para quien los detenta; además, suelen llegar a su final con una derrota. El partido con Wanderers puso término a una marca histórica que jamás fue un objetivo en sí mismo, sino la consecuencia de un funcionamiento óptimo. Bien para la historia de la U y bien por la diferencia que se sacó en la tabla general, sobre todo si consideramos que el premio por salir primero en la fase regular es obtener un cupo para la Copa Sudamericana del 2012: este sería el logro práctico de las contundentes actuaciones anteriores si se consuma el liderato final.
El pleito en Playa Ancha se advertía complicado, pues el local es un equipo que históricamente le hace buenos partidos a los favoritos pero que fracasa cuando tiene la obligación de ganar a conjuntos menores o de semejante nivel. A esto debemos agregar la decisión por parte de Sampaoli de alterar la formación titular de la defensa, incluyendo a Acevedo en lugar de Osvaldo González. Esta resolución terminó costando un gol tempranero que pudo haber sido fatídico de no mediar el golazo de Francisco Castro en los descuentos del primer tiempo.
Se comprende la determinación del DT azul, pues tal vez quiso probar una alineación alternativa en caso de que en el futuro inmediato deba encarar alguna urgencia: lesiones, expulsiones o nominaciones a la selección. Sin embargo, es muy arriesgado ejecutar variaciones en la zaga, más aún si se juega de visita. Tal vez en el mediocampo o en la ofensiva sea más admisible. Además, Albert Acevedo no detenta la solidez de ninguno de los centrales habituales, más bien ha demostrado ser una opción válida para los segundos tiempos, pues no le cuesta adaptarse al ritmo del cotejo. Lo contrario vimos hoy en Osvaldo González: un jugador que al ser más corpulento se incomoda mucho si no ingresa con el precalentamiento adecuado.
Por otra parte, está el asunto de Paulo Magalhaes, quien aún no logra desprenderse del estigma ocasionado por un conjunto abyecto en el que priman la insolencia y la intriga. Al parecer este será un año de aprendizaje en el que deberá zafarse de la indecencia. Sampaoli lo entiende así y lo incluye para que paulatinamente se impregne con una propuesta más estética. Aún debe mejorar mucho.
Pese a todas estas consideraciones paternales, no puede negarse que quedó al descubierto un inconveniente en el que pocos habían reparado: la Universidad de Chile tiene un plantel escaso a nivel cualitativo. Todavía hay diferencias muy marcadas entre titulares y suplentes, situación que puede condicionar el rendimiento en las competencias internacionales. Supongo que nadie quiere imaginarse a la U jugando en Brasil con Acevedo y Abarca como zagueros oficiales. La tarea para el cuerpo técnico y los dirigentes es equilibrar el grupo en todas sus zonas, pues sólo así se tendrá opción de ganar algún trofeo continental.
El partido en Valparaíso fue ilustrativo y arrojó las siguientes características: se dieron ventajas en la conformación del equipo y se pagaron con errores puntuales que incidieron en el resultado; se enfrentó a un cuadro indecoroso y simulador que exhibió la deshonestidad que la U deberá padecer durante todo el semestre; se sufrió la mediocridad del árbitro Julio Bascuñán, quien expulsó gratuitamente a Marcos González y quien se dejó engañar todo el tiempo por los comediantes caturros.
En fin, un pleito que cumplió con las complicadas expectativas y que de no mediar los experimentos de Sampaoli se hubiera ganado con cierta holgura. Sin embargo, como ya insinuamos, la distancia respecto de los demás clubes justifica los ensayos de nuestro cortés y querido entrenador.