Vistas de página en total

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Universidad de Chile 2 - Cobresal 1

La Universidad de Chile está en manos de un inepto y habrá que tolerarlo hasta que termine el torneo. Cobresal dio todas las facilidades para ser goleado: no se metió atrás, salió jugando mal y arriesgó mucho; sin embargo, la U no fue capaz de aprovecharlo porque vive un instante nauseabundo y porque tiene al único delantero chileno que no sabe hacer nada: Ubilla no aguanta la marca, no cabecea, no define, no habilita a sus compañeros y queda siempre en off side. Ya es hora de que vuelva a Wanderers. El juvenil Pinilla, en tanto, conoció la leche y los huevos a los 18 años: su debilidad es impresionante y pasa más en el suelo que con la pelota en los pies. Una vergüenza. De no mediar la ineficacia de ambos, la U hubiera ganado el primer tiempo por dos goles de diferencia.
Ya hemos señalado que el problema de este DT sofista es la conformación del mediocampo: insiste en utilizar tan sólo tres hombres ante equipos que le oponen al menos cuatro o cinco. Eso es una idiotez, pues es sabido que la zona media se gana con quite, posesión y profundidad, tareas imposibles de ejecutar en inferioridad numérica. Este burro queda en desventaja deliberadamente y sacrifica a Martínez, quien se lleva una amarilla por partido. En tanto, Lorenzetti y Valencia también lucen aislados porque nadie rota: en esta U los delanteros esperan el balón detrás de la marca.
Lasarte debe instalar en el medio a Ureña, Corujo o Rodríguez y sacar al puntero derecho, banda por la que pueden subir estos dos últimos. Como por la izquierda nadie tiene esa capacidad, la presencia de un delantero zurdo es un deber. A estas alturas, lo más coherente sería probar un dúo con Canales y Benegas (los otros son Castro y Farfán) asistidos por Lorenzetti y Valencia o Lorenzetti y Renato González.
En cuanto a la obligación de tener un juvenil en cancha, ya sabemos que la cantera no tiene delanteros, así que no es opción válida comprometer esa zona. Lo lógico era incluir un volante de quite que ayudara a Martínez; además, no se trata de un área tan delicada como la zaga o la ofensiva, pero al DT no se le ocurrió y ahora está con la soga al cuello porque los juveniles tienen un déficit de minutos jugados: otra estupidez, pues vienen los partidos más trascendentales y lo lógico sería haber salido del cacho cuanto antes. Ya lo hemos dicho: Lasarte es lento como un caracol.
La defensa, por su parte, tuvo otro capítulo de terror. Si bien Osvaldo González jugó bastante mejor, en el segundo tiempo perdió la marca de Cantero y el empate no llegó de pura suerte. Horrible partido de Suárez y su gol no lo alcanza a redimir. José Rojas estuvo inseguro como siempre y a Corujo le ganaron la espalda porque en realidad no es un lateral.
Veamos esta alineación:
Herrera
Rodríguez, O. González, Rojas, Magalhaes
Corujo (Ureña), Valencia (R. González), Martínez, Lorenzetti,
Canales (Farfán), Benegas (Castro)

Como podemos notar, se supone que la U tiene un plantel generoso, pero si analizamos la maldita verdad nos daremos cuenta de que aquello es una patraña, pues hay varios jugadores que no aportan nada: Suárez, Vidal, Espinoza, Rubio y Ubilla, por ejemplo. Lo más horrible es que el técnico charrúa parece relegar a quienes sí poseen al menos alguna gracia: Benegas, R. González, Ortiz y Farfán.
En fin, este campeonato será una triste reproducción del torneo anterior. Otro semestre comiendo vidrio. Gracias, Lasarte, nos encantan los equipos largos y llenos de fisuras por las que fluye la incompetencia.   

              

jueves, 17 de septiembre de 2015

El arte de tocar fondo

El nivel mostrado por la U es tan bajo que la discusión pasa por dilucidar si Lasarte está cometiendo idioteces adrede para así ser despedido y cobrar una indemnización o si en realidad se trata tan sólo de un incompetente: continúa naufragando defensivamente, insiste con un mediocampo de tres hombres que no puede cumplir ninguna de sus dos obligaciones (crear y contener), se equivoca con los nombres que debieran desplegarse en la ofensiva y, para más remate, concreta los cambios tardíamente y de mala manera. Es repugnante que cualquier entrenador pelele sea capaz de complicarlo.
Resulta inconcebible que estando Alberto Quintano en el directorio no se haya detectado la necesidad de robustecer la zaga con dos especialistas de peso. Al asqueroso nivel de José Rojas y de Osvaldo González se suma la inoperancia de dos supuestos refuerzos que sólo vienen a adornar la banca: Vidal y Suárez. No se entiende por qué se peleó tanto por este último si se había enfrascado en un escándalo pueblerino que le debió haber costado la salida del club. ¿Alguno de estos dos jugadores es más que Lichnovsky, Huerta, Santander o Cerezo? Por ningún motivo. Azul  Azul perdió valores jóvenes formados en casa y en su lugar trajo maceteros insufribles. En este momento, la defensa es una enfermedad, se pierden todos los mano a mano, los cabezazos y se sale a destiempo. El último gol de Audax lo demostró: horrible descoordinación entre Rojas y Suárez. Osvaldo González, por su parte, fue el responsable del dos a cero al soltar la marca. Surge entonces otra clase de dudas: ¿es la flojera de Lasarte la que pudrió al equipo o es el nivel vergonzoso de algunos jugadores lo que tiene a la U haciendo el loco? La única manera de solucionar semejante descalabro es enviando a la suplencia a quienes se desempeñan mal, así de simple. Para el próximo pleito, Rojas y Suárez debieran ser reemplazados por Paulo Magalhaes y Vidal, respectivamente. De hecho, sólo Magalhaes aparece como un elemento apto para cubrir la engorrosa banda izquierda. Rodríguez, Osvaldo González, Vidal y Magalhaes tendrían que conformar la zaga ante Cobresal.
Ahora bien, si el DT establece un mediocampo de tres volantes, al menos se espera que el jugador más creativo tenga con quien dialogar. Lasarte hace todo lo contrario: aísla a Lorenzetti, a pesar de que tiene a Renato González y a Valencia. Además, el charrúa cambia hombre por hombre y, por tanto, su viciada táctica no varía: la oncena sigue sin jugar a nada. El cambio de Lorenzetti por Valencia fue grotesco, pues precisamente era el momento en que debían jugar juntos.
Cuando un equipo luce desequilibrado y los resultados tampoco lo acompañan, lo lógico es poblar la zona media para que al menos el volumen de juego sea más amplio y no tan monocorde, de ahí que el 4-4-2 sea un esquema tan popular. En el caso de la U, debieran figurar Martínez, Corujo, Lorenzetti y Valencia o Renato González. Cuando se recupere Guzmán Pereira también será una opción. Quien la perdió para siempre es Espinoza, otro gladiador rústico que se entretiene en peleas callejeras.
En cuanto a la ofensiva, los delanteros a considerar son Canales, Benegas, Castro y Farfán. Ubilla y Rubio han tenido demasiadas oportunidades y su fragilidad ya da asco. Ahora bien, si la U sale a la cancha con dos delanteros lo lógico es cargar la banda izquierda, pues por la derecha irrumpen Rodríguez y Corujo, esto causa que Ubilla sea aún más inútil. Si Canales está lesionado no puede jugar y esta es otra idiotez de Lasarte: no es primera vez que lo incluye a pesar de estar a media máquina. En una oncena deben jugar los que estén al 100% y se acabó. Por otra parte, no se entiende por qué relegó tanto a Farfán si venía haciendo goles. 
En resumidas cuentas, el desastre es total y los grandes responsables son las gallinas de Azul Azul, una tropa de incapaces e ignorantes que tuvieron la gloria en sus manos y que la trocaron por un baúl de escoria. ¿Qué podemos esperar? Simple: que el maldito torneo se acabe pronto. Además, jugando de esta ridícula forma es muy difícil seguir avanzando en Copa Chile y más aún ganarle la Súper Copa a la Universidad de Concepción. El naufragio es absoluto y, para variar, se tendrá que empezar de cero. 
Y pensar que hace 4 años la U era el mejor equipo de Sudamérica.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Copa Chile: San Luis 3 – Universidad de Chile 1

La U tocó fondo, pues ya es imposible jugar peor. Lasarte no da muestras de reacción e insiste en cometer errores tácticos y selectivos. La línea de 4 sólo ofrece garantías por el lado derecho, dado que el puesto está cubierto por Corujo o Rodríguez. En el centro de la zaga reina el caos: muy mal momento individual de Osvaldo González y ni hablar de Suárez, un jugador del montón al que se le esperó sin motivo y que en su período de recuperación visitaba discotecas y se enfrascaba en peleas a botellazos. Vidal, por su parte, es el clásico fiasco rancagüino: con él no pasará nada. José Rojas, en tanto, tampoco ha rendido como se espera y las convocatorias a la selección parecen confundirlo aún más. Los periodistas de cuarta categoría criticaron duramente a Ortiz y efectivamente jugó muy mal, pero la pregunta es: ¿y es que acaso es lateral izquierdo? Ortiz es un muy buen jugador, pero es mediocampista y en esa posición brilló en Palestino. ¿Por qué no jugó Magalhaes en esa zona si ya se recuperó? Otras interrogantes: ¿por qué hay juveniles especialistas en esos puestos desempeñándose en equipos rivales o de segunda división[1]? John Santander está en Huachipato y fue formado desde niño como lateral izquierdo, Bernardo Cerezo es un central alto y fuerte que está jugando en Santa Cruz, Valber Huerta se aburrió de ser la sombra de los paquetes trasandinos y ahora está en el Granada de España e Igor Lichnovsky debiera ser hace un año el líder de la zaga azul, ahora es titular en el Porto y también se fue tras no tener espacio en la oncena. Esta es la política de los imbéciles de Azul Azul: dejar ir valores propios y de gran proyección para traer fardos nacionales o, peor aún, rioplatenses. Un desastre propio de ignorantes en el tema.
Más allá de los nombres, Lasarte jamás ha sabido parar la defensa, ni siquiera en el campeonato ganado el 2014, pues Herrera debía salvar al menos 3 o 4 mano a mano por partido. Ahora bien, que un uruguayo no sepa parar una zaga es como que a Bugs Bunny no le gusten las zanahorias o que el Chavo del 8 rechace una torta de jamón: algo inconcebible. ¿Tan difícil es entender que una línea de 4 debe estar conformada principalmente por un líbero y un stopper más dos especialistas por las bandas? ¿Hay que ser un genio para concebir algo así?
La línea de contención es otro problema. Tácticamente, Lasarte comete una aberración: los dos volantes que emplea se aíslan de los zagueros y se produce un espacio que es explotado por los rivales en cada pleito, pues como el DT uruguayo es perezoso, sigue jugando a lo mismo hace ya más de un año y cualquier patán es capaz de leer la falencia. No en vano todos lo complican. En estricto rigor, la U debiera jugar con un solo volante de quite y éste es Sebastián Martínez. Pereira venía muy bien, pero está lesionado. Al incluir dos tapones, surge otro desacierto: el arrinconamiento del volante creativo, que usualmente es Lorenzetti. Basta que el rival disponga de una marca personal sobre él y la U queda desconectada. La solución es armar un mediocampo con el mentado tapón de quite más dos volantes de salida: Lorenzetti y Valencia o Lorenzetti y Renato González. Incluso podrían jugar los 3 juntos, pero aquello le provocaría una recarga intelectual al vago de Lasarte. Para más remate, ante San Luis ni siquiera citó al ex Rosario Central y la oncena lució fracturada: el pequeño Gustavo es el único que los socorre a todos y que está en cada recoveco de la cancha. Y pensar que hay ciegos de mierda idiotas que lo critican.
Ayer Lasarte insistió una vez más con un jugador que está muerto: el zombie Espinoza, que se equivocó en todo, que se gana amarillas absurdas, que tiene la mala costumbre de palabrear al árbitro, que -al contrario de Lorenzetti- no ayuda a nadie y que, por si fuera poco, también se involucró en rencillas de poca monta. Espinoza tiene un escaso nivel intelectual y, por lo tanto, ya no puede jugar más en la U. Es hora de que Azul Azul asuma el nombre del club: esta es la Universidad de Chile, denominación de una de las casas de estudio más prestigiosas de Sudamérica y, por lo tanto, no puede traerse a cualquier holgazán. De esta institución salió gente como Pellegrini, Salah, Socías, Bigorra, Hoffens y llegaron otros como Johnny Ashwell, ese es el perfil de jugador que debe representar al club. No más haraganes descerebrados. Si Lasarte es tan miedoso como para seguir ratoneando con dos tapones, el acompañante de Martínez debe ser Ureña.
La ofensiva, en tanto, también enseña la desorientación del DT, quien insiste en incluir a Rubio. Este pastel no está ni para la banca. El puesto es de Benegas, quien se lo ha ganado con creces y a punta de coraje. Aunque pierda goles, al menos mete el hombro, pega y es valiente. Por otra parte, si Ubilla cae en sus clásicas lagunas, la punta derecha es de Farfán. No se entiende su relegación si venía haciendo goles. Canales es puesto fijo porque tiene una técnica superior al resto.
¿Por qué ayer el uruguayo cambió delantero por delantero si estaba perdiendo el partido? Porque no sabe qué hacer con un plantel tan numeroso. Mientras más recursos tiene, más se perturba. Al mando de una selección nacional sería una calamidad.
En suma, la U está en serios aprietos: la dirigencia yace en un eterno naufragio, es cobarde y, seguramente, presiona al pusilánime de Lasarte para que incluya como titulares a quienes poseen los sueldos más copiosos o a quienes desea vender. De otra manera no se entiende la actitud del DT, que en cada partido cava una tumba más y más profunda. Al parecer, quiere enterrase con la cama y el velador. Otra de las teorías es que los relajantes musculares que ha consumido terminaron por secarle el cerebro. Ayer debió presentar su renuncia; en lugar de eso, lloró su mala suerte debido a la lesión de Carmona que lo dejó con 10 hombres. Patético.




[1] Terminemos con la basura de denominar la Segunda División como Primera B y la Tercera División como Segunda, de lo contrario acabaremos hablando estupideces.

martes, 1 de septiembre de 2015

La era Lasarte, herencia todavía


Muchas veces y recientemente, he comprobado que hay personas que miran con recelo la revisión del pasado. Argumentan con frases hechas como “hay que dar vuelta la página”, “hay que mirar hacia adelante” o “eso ya pasó, para qué seguir llorando”. Cursilerías como estas, sólo reflejan un nivel de flojera intelectual preocupante. La manera correcta de avanzar hacia el futuro consiste precisamente en conocer la historia, registrarla, analizarla y hacerse cargo de ella. La experiencia origina el conocimiento y, es en base a éste que se pueden establecer bases progresivamente más sólidas para forjar un mejor futuro. Ciertamente los sucesos contienen efectos cuyo origen está en el raciocinio y también, en las circunstancias y el azar. Y cuando el desarrollo de la historia ha generado escenarios positivos, es una obligación hasta moral el capturar aquellos elementos que provocaron tal virtuosismo de tal manera de saber interpretarlos y extraer conclusiones acertadas para evolucionar. Lo mismo debe ocurrir frente a escenarios negativos, sin embargo, parece ser que es en aquellos que detonaron beneficios en los que más nos cuesta tomar lecciones y aplicarlas para el desarrollo del futuro. No voy a desgastarme en explicar la filosofía que interpreta a nuestro club, todo verdadero hincha de la Universidad de Chile conoce bien su historia y su ontología.
Pues bien, lo que hoy nos toca vivir son los efectos del despilfarro que se produjo en la fase más exitosa de la U. Negar el deseo profundo de que nuestro club alcance nivel internacional competitivo, una identidad de juego clara y una administración fundada en bases sólidas y respetadas, sería una estupidez mayúscula. Frecuentemente oigo a hinchas profesando el discurso del “aguante”, de la auto-flagelación como parte inherente a la existencia de la U. Son los mismos que definen a la U como un grande, si no el más grande. Y claro, su grandeza no radica sólo en los triunfos deportivos, eso está claro. No obstante, un club que se precia de grande debe sin espacio a dudas convivir con el éxito, con la competitividad para amagar constantemente las aspiraciones deportivas del resto. Y para ello, se requiere de esa estructura sólida, fundada en las bases de una hinchada empoderada y de una administración competente y representativa de los valores del club. Es así como llegamos al gran problema de fondo, que no sólo afecta a nuestra amada U sino que se ha convertido en un fenómeno global: el dinero como centro de la actividad. Dejaré este tema para más adelante pues amerita un libro completo.
¿Qué pasó durante y después de Sampaoli? Simple, la embriaguez del éxito calentó las cabezas de personajes nefastos, ineptos y corruptos. Jamás hubo un verdadero líder, capaz de capitalizar al menos en parte los réditos obtenidos. Cuando se requirió visión, pragmatismo, liderazgo y astucia, el club pasó a manos de gente indigna. Era una oportunidad histórica para posicionar a la U a nivel internacional y conseguir una hegemonía importante a nivel local. El efecto dominó de los horrores cometidos desde las contrataciones estúpidas de jugadores - que han generado hasta el día de hoy una burbuja en el mercado de pases interno - , de técnicos ineptos y más gastos aberrantes en paquetes de proporciones mayestáticas, aún tienen a la U sacudiéndose de una administración depravada.
Sin detenerme en el planteo sobre qué debió hacerse a cambio, revisemos la era de Martín Lasarte. Habiendo circulado el agua putrefacta hasta ese momento, la idea de Lasarte no era mala: un tipo educado, servicial, con experiencia y origen futbolístico importante (uruguayo). Tanto así, que consigue un título en su primer torneo disputado. Y aunque parezca una suerte de pesimismo fastidioso, aun habiendo logrado ese hito, siempre fui muy crítico con el funcionamiento de juego del equipo y con las decisiones técnicas del entrenador. En síntesis, ese torneo pasó más por las actuaciones de Herrera y Canales que por la del propio DT. Si consideramos la irrisoria extensión de los torneos chilenos, la gran racha que tuvo la U no tenía mayor sustento y ello fue quedando al desnudo hacia la última parte del campeonato (derrota incluida en el hoyo de Macul). Para qué vamos a analizar lo sucedido en el siguiente torneo y en la peor presentación internacional de los últimos años. El asunto de la hernia que aquejó al uruguayo se utilizó como vendaje de ojos y ya a estas alturas, va quedando claro que el fondo es otro. ¿Por qué Lasarte insiste en darle tantas oportunidades a jugadores que no rinden? ¿Por qué relega al destierro a otros jugadores que sí rinden? ¿Por qué demora una eternidad en realizar cambios y cuando los hace, generalmente son intrascendentes? ¿Por qué se ha convertido en un especialista para dar conferencias de prensa en las que nos explica los errores del equipo? Si lo tiene tan claro, ¿por qué no los corrige? Como vemos, son más interrogantes que certezas. Es cierto, increíblemente el equipo está invicto, pero todos sabemos que aquello sirve de poco desde que los triunfos suman de a tres. Y más aún, el nivel de juego exhibido es francamente un desastre, sin excusas atendibles pues justamente se le dio continuidad al proceso, ha tenido tiempo suficiente y para más “recachas”, dispone del mismo plantel que consiguió el título. ¿No será entonces que en efecto, lo que todo el mundo ve es tan evidente que no resiste análisis? Un técnico que se marea porque tiene muchos jugadores en su plantilla simplemente no está al nivel requerido para un club grande, ese es el sueño de todo buen DT. Por otra parte, ¿cómo es posible que no haya reparado en la falencia horrorosa que tiene en defensa? Con todo, ni siquiera es capaz de alinear a los que corresponde, algo básico para partir. Cuando los hinchas están entregando sus formaciones cada fin de semana, es un síntoma irrefutable de la incompetencia del técnico. No entiendo a quienes se conforman con Lasarte porque es lo menos malo entre las opciones plausibles, queda la sensación de que ese manoseado concepto del aguante nubla un poco el sentido común de algunos. Entre un técnico mediocre, que “salve la plata” y nos haga jugar como equipo chico y otro audaz, agresivo e innovador, me quedo con el último. En un plantel con tantas alternativas y con jugadores que se presume están sobre la media, sin duda que vale la pena correr el riesgo. Puede incluso que Lasarte sea una especie de Arturo Salah (aunque me quedo con el chileno si se trata de comparar nivel de juego), es decir, una buena transición para que otro tome a este equipo y utilice al máximo el potencial que posee. Nuevamente, los dirigentes deben ser capaces de liderar una administración inteligente, resuelta y ¡capacitada! Lo anterior implica también, saber manejar situaciones como el retiro paulatino de jugadores que por mucho que hayan contribuido enormemente al club, de manera natural tendrán que dar espacio a los que vienen de atrás, ¡es más que obvio! Y ya que Diego Rivarola es un buen ejemplo de esto, me pregunto además: ¿por qué Diego no fue enviado al extranjero a estudiar y prepararse como técnico? ¿No es su deseo, no tiene aptitudes? Más bien lo vemos en relaciones públicas y uno desde afuera tiende a pensar que un tipo tan vinculado al club desde la cancha, debería contribuir volcando toda su experiencia y siendo preparado para ello por el club. En fin, me he desviado algo del tema coyuntural que es Martín Lasarte. Para mi, ha dado muestras suficientes de incapacidad para seguir al mando de la U. Anticipadamente o no, creo que terminará su vínculo al final de este torneo.