La
cualidad más repelente de las peores versiones de la Universidad de Chile
siempre fue la imprevisibilidad: se iba al estadio desprovisto de toda
certidumbre, la U
podía jugar un partidazo o sencillamente realizar una labor anodina que
flirteaba con la ridiculez. Así las cosas, la presentación vergonzosa ante el
pésimo Wanderers de Valparaíso nos obsequió un repugnante viaje al pasado: los
azules no jugaron a NADA, a absolutamente NADA. Y lo más detestable es que ya
se presumía cierta evolución a cargo del nuevo cuerpo técnico. Sin embargo, el
triunfo del fin de semana ante el patético San Marcos de Arica sólo fue un
ensueño interpretado por una legión de espectros caprichosos, por fantasmas que
de pronto recordaron su etérea condición. Y es que hay distintas maneras de
perder: por lo general un equipo es vencido porque el rival lo superó en todas
las líneas, porque se replegó demasiado y terminó ahogándose, porque arriesgó mucho
y fue sorprendido en un par de contragolpes, porque algún árbitro desplegó un
saqueo alucinante o porque algún jugador cometió un error puntual. En este caso
no ocurrió nada de eso: esta derrota ante un cuadro de segundo orden sólo
enseñó displicencia, insulsez y una falta de categoría alarmante si
consideramos que el equipo está disputando la Copa Libertadores de América.
En
el artículo anterior señalamos que Darío Franco necesitaba más tiempo y cierta
consideración por parte de los simpatizantes azules debido a que las
condiciones en que tomó el plantel no habían sido las más convenientes: figuras
emigrantes, refuerzos discretos y jugadores reventados o lesionados. Sin
embargo, en la absurda derrota ante los porteños el nuevo DT tuvo mucha
responsabilidad. Franco planteó un tridente ofensivo que parecía interesante (César
Cortés, Isaac Díaz y Juan Ignacio Duma), pero falló en dos asuntos claves:
- La estructura del
mediocampo: la desfiguración de esta zona fundamental incidió precisamente
en el abastecimiento de los mentados hombres en punta, quienes sólo
recibieron pelotazos frontales de los defensores debido a que nadie salía
a recibir el balón que nacía desde la zaga. La tarea debió recaer en Ramón
Fernández, pero este jugador mediocre se escondió durante todo el partido
porque sencillamente no existe si está ausente Guillermo Marino, quien a
su vez fue relegado a la banca de forma insensata. Charles Aránguiz y
Sergio Velázquez, por diferentes motivos, aún están en proceso de
aclimatación y chocaron contra los antagonistas durante todo el pleito, mientras
Roberto Cereceda abusó de lujos vanos en lugar de desbordar. El ingreso de
Sebastián Martínez y de Gustavo Lorenzetti fue confuso y no aportó nada.
¿Cómo solucionar el problema? Charles Aránguiz debe jugar partido por
medio para no alterar su recuperación, Sergio Velázquez debe tener
continuidad para que su adaptación sea veloz, Guillermo Marino es titular
indiscutido porque es el único capaz de generar juego limpio y con la
pelota en el piso, y el retorno de Eugenio Mena es urgente porque sin él la
banda izquierda no existe. Un factor preponderante será el regreso de
Ezequiel Videla, quien -al contrario de su compatriota Ramón Fernández-
pide el balón y asiste a sus compañeros durante los 90 minutos. Luciano
Civelli también está en condiciones de aportar alguna solución en el
terreno medio, pues al menos tiene potencia. En suma, si se juega con
línea de tres en el fondo, por ahora los centrocampistas titulares
debiesen ser Sergio Velázquez, Charles Aránguiz, Gustavo Lorenzetti,
Gustavo Marino y Eugenio Mena. Ramón Fernández y Sebastián Martínez deben ganarse el puesto.
- La zona defensiva,
por su parte, fue conformada por Paulo Magalhaes, Albert Acevedo y José
Rojas. Magalhaes se ve muy inseguro conformando una línea de tres, pues
además se le resta libertad para llegar al área contraria, característica
principal de su juego. Tal vez una buena opción sería retroceder a Sergio
Velázquez o incluir alternadamente a Valber Huerta. Acevedo al centro de
la zaga es un peligro público: no tiene estatura suficiente y entrega mal
el balón, sus mejores aptitudes están relacionadas con las labores de
marca específica. Lo anterior incide en que José Rojas se vea muy solo y
con mucha tarea sobre los hombros. El ingreso de Osvaldo González y la
recuperación definitiva de Waldo Ponce son urgentes, sólo así la señalada
línea de tres zagueros tendría sentido. Lo que sí extraña es la relegación
que sufre Igor Lichnovsky, capitán de la sub-20 que acaba de clasificarse
a un Mundial, pues añade pierna fuerte, salida clara y altura. ¿No será
que Franco es fanático del Señor de los Anillos y prefiere a los enanos?
Si
bien, como indicamos, la línea ofensiva que enfrentó a Wanderers parecía
interesante, fue muy mal asistida y sólo se destacó Isaac Díaz. César Cortés
contribuyó con dos pifias de principiante y Juan Ignacio Duma lo hizo con su
invisibilidad. El ingreso de Sebastián Ubilla fue atolondrado y no aportó nada.
Así las cosas, solamente Isaac Díaz muestra condiciones como para evolucionar
de manera importante, el resto es demasiado tibio para un equipo con
pretensiones. Surge entonces la interrogante sustancial: ¿es la U de Franco un cuadro con aspiraciones?
Por desgracia, creemos que no. Este será un maldito período de transición, al
igual que el campeonato en curso. Los dirigentes lo tienen bien claro y sólo se
dedican a especular para que el populacho se quede tranquilo.
Darío
Franco es un DT inexperto que se demorará mucho en dar con la oncena titular.
Por ahora se nota cierta tendencia al ensayo. En
fin, sólo podremos emitir un juicio justo cuando pueda contar con todos
los jugadores que quedaron triturados tras el proceso anterior, pero al menos
ya debería tener claro el mediocampo. En todo caso, la ventaja que posee un
cuerpo técnico de mayor experiencia es precisamente la que ahora es falencia en
esta U: estructurar la estrategia más adecuada de acuerdo al plantel que se
tiene y acortar los plazos de adecuación. El gran Sergio Markarián dio una
clase magistral al respecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario