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jueves, 12 de julio de 2012

Los gusanos otra vez


Las ratas blancas se deslizan furtivamente en los medios de comunicación y, amparándose en una objetividad fraudulenta, extienden sus viscosas homilías sobre un auditorio ignorante cuya predilección es la ineptitud: incapaces de elaborar razonamientos propios, abrazan el fraude con la tenaz vehemencia que caracteriza a los imbéciles. Sin embargo, como la Universidad de Chile es la antítesis del “eterno cafiche”, semejante sortilegio carece de potestad sobre los azules: el mensaje es demasiado básico y sólo funciona entre los correligionarios del yanacona ladrón y en uno que otro atolondrado de provincia que se encandila con las estrellas de goma.
Una de las funciones de este blog es neutralizar el nidal cocacolino que yace empotrado en los canales de información para así difundir comentarios que se oponen al rebuzno oficial de un periodismo inculto y manoseado en el que prevalece la insolencia de estos gusanos. Por tal razón, habitualmente efectuamos rastreos en la prensa deportiva para denunciar la desvergüenza y la ordinariez de las gallinas blancas que pretenden pasar inadvertidas. La consecuencia más valiosa de este ejercicio es, precisamente, la detección de estos corrales malolientes y el análisis de sus desfachatados sermones. Esta semana no ha sido la excepción y hemos descubierto a dos de estos hediondos caraduras en sus respectivas madrigueras: Pablo Azócar y Luis Urrutia.

  1. Pablo Azócar, de Las Últimas Noticias: en su artículo titulado El día en que se apagó la tele es posible observar la típica y rancia manipulación “arba”. El encabezamiento promete ser una crítica al CDF tras el dudoso gol de la laucha Muñoz a Iquique, pero sólo es un texto presuntuoso que deriva en una débil explicación del actual predominio de la imagen. Luego realiza un conveniente desvío hacia el coco-loco del ’73, al que considera víctima del fútbol argentino. Azócar jamás alude el evento que anuncia de forma falaz en el título y concluye diciendo textualmente: “los árbitros deben tomar decisiones en fracciones de segundo sabiendo que la TV los dejará en pelotas, como dejó hace dos semanas al árbitro Osses cuando le escamoteó el título a O’Higgins de Rancagua”.
En suma, Pablo Azócar proclama una tesis que nunca despliega, exhibe al equipo favorecido por un mal cobro como víctima de la historia y, para más remate, concluye su escrito indicando un supuesto robo en beneficio de la U: ¿qué tienen que ver los azules con el gol en offside de las ratas blancas? ¿Acaso cualquier accidente de coca-colo sirve de excusa para desacreditar los triunfos de la Universidad de Chile? Además, ¿por qué está difamando una victoria en la que incluso fueron los azules los más perjudicados? Este periodista y escritor con fama de renegado personifica la incoherencia más descabellada que puede exhibir un izquierdista nacional: ser antipinochetista y coco-loquino a la vez. Hemos señalado hasta el cansancio que Pinochet subvencionó a las ratas blancas con el dinero de todos los chilenos: los sacó de la quiebra, les compró jugadores y les pavimentó el escondrijo de Macul, aunque algunos títeres nieguen esto último aduciendo falta de pruebas tangibles; sin embargo, que el tirano haya dejado huellas de sus malversaciones es un suceso ilusorio y absurdo. Fue precisamente el inmoral altruismo del tata Augusto el principal factor de éxito de las gallinas albas en los años ’90, pues el futuro de esta institución aberrante hubiese sido muy distinto sin su contribución pecuniaria: comenzar arruinado es muy diferente a empezar con la panza llena. Sin ir más lejos, la Copa de la Jactancia que ganaron estos hampones el ’91 fue paseada de manera desenfrenada por un esbirro de la dictadura: el CNI Jorge Vergara. En resumen, que un izquierdista sienta simpatía por las ratas blancas y, más aún, orgullo por los títulos obtenidos gracias al subsidio de Pinochet es una degradación abominable. Lo más indigno de todo es que Pablo Azócar es autor del libro Epitafio para un tirano, en el que condena reciamente al bienhechor del club de sus amores. Patético y paradójico.

  1. Luis Urrutia O'Nell, alias Chomsky, de El Gráfico: este parásito escribió en su engreída columna: la labor del juez Osses estuvo acorde a lo que ocurre desde que el mundo gira: favorecer al equipo grande en desmedro del chico. Pasa en España y Argentina, por mencionar sólo dos países… Osses no fue sobornado, simplemente es humano y no pudo sustraerse al estadio colmado y a la presión de los medios, todos interesados en que Universidad de Chile fuese campeón, porque ello origina mayores ventas y audiencias. ¿O alguien se imagina que iba a sancionar penal si un atacante de O’Higgins se arrojaba contra un defensa de la U, saliendo del área y perdiendo la pelota?”
Asimismo, podríamos plantearle varias interrogantes a esta insidiosa sanguijuela: ¿alguien se imaginó que cobrarían un offside inexistente a Guillermo Marino cuando quedaba solo frente a Marín? ¿Alguien se imaginó que una patada en la cara a Henríquez ni siquiera fuese castigada con tarjeta amarilla? ¿Alguien se imaginó que el claro penal de Enzo Gutiérrez quedaría impune? ¿Alguien se imaginó que un planchazo criminal en contra de Raúl Ruidíaz sólo significaría una amonestación? ¿Alguien se imaginó que sólo se jugarían 5 minutos de descuento después del show rioplatense de Berizzo y compañía? Y finalmente: ¿alguien se imaginó que tanto indio bastardo saldría de su madriguera a envidiar el presente azul? Luis Urrutia o Chomsky, como vanidosamente se hace llamar este insecto, adquirió renombre tras escribir sus manuales de estiércol junto a otra rata cocacolina: Juan Guarello. Ambos asumieron la fatua labor de redactar la historia del fútbol chileno, cara de palo, la que obviamente han adornado con las plumas del gallinero “arbo”: ¿o ustedes creen que en esos ejemplares pringosos figura, por ejemplo, el debut goleador de Marcelo Salas contra los indios? ¡Por supuesto que no! ¡Si los autores son ratas blancas! Fanáticos de la falacia y del ocultamiento. Como si la sordidez aún fuese insuficiente, este despreciable yanacona que usa como seudónimo el apellido de un célebre intelectual -como si un mojón de perro se autodenominara con el nombre de un planeta- cubrió la campaña del coco-loco del ’91 de manera casi exclusiva. Este vínculo infecto dilucida sus celosos comentarios sobre el gran momento de la Universidad de Chile, club al que se había acostumbrado a ver en posiciones secundarias. Inútilmente trata de mancillar los logros azules mediante argucias pedestres y emplea una tribuna que incrementa su arbitrariedad. Es la vieja treta que las ratas blancas han usado desde siempre: camuflar sus comentarios parciales y hacerlos parecer objetivos.

Farsantes, envidiosos y maquinadores. La verdad es que estos hijos de perra jamás dejarán de sorprendernos.


1 comentario:

  1. Contundente, indiscutible y asertivo como siempre todo lo que describe Andrés.
    Grande la U!

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