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sábado, 26 de julio de 2014

Tres movimientos: gloria, ordinariez y cordura.

Lo que más temían los hinchas de la Universidad de Chile finalmente aconteció: el rufián Yuraszeck no supo administrar el éxito de las temporadas 2011-2012 y convirtió una oncena extraordinaria en un equipo comparsa plagado de pusilánimes. Curiosamente, esta decadente metamorfosis se gestó durante aquel breve apogeo y comenzó con la renuncia de Sabino Aguad: el gerente deportivo que frenaba las desmedidas ambiciones de Sampaoli. Desde ese momento, el reforzamiento del plantel corrió por parte del DT trasandino y de los propios dirigentes, quienes a la larga asumieron este cometido de manera exclusiva.
Jorge Sampaoli será reconocido toda la vida por la hinchada de la U, pero hay que dejar muy claro que él también fue responsable de aquella confusa etapa:
1. Jamás dosificó el natural desgaste del plantel y es un peligroso partidario de las infiltraciones[1], método que estuvo a punto de ultimar a Osvaldo González y con el que, además, tentó a Charles Aránguiz para que jugara el último partido amistoso contra Brasil antes del Mundial.
2. No supo reforzar el equipo, porfió la llegada de dos lastres costosos (Morante y Civelli), entre otros, y desechó a un jugador que rindió desde el principio y que marcaba diferencias ante cualquier rival: Raúl Ruidíaz.
En cuanto a su trabajo propiamente tal, podemos criticar dos aspectos:
1. El pésimo planteamiento realizado en la Bombonera, pleito para el cual bastaba replicar la táctica empleada contra Liga Deportiva en Quito y en la que el trabajo de Albert Acevedo fue fundamental.
2. La testarudez practicada en su último período en la U: planteamientos ridículos ante rivales que lo superaban en calidad individual y en estado físico. La asquerosa derrota ante Sao Paulo fue su peor momento como DT.
En fin, pese a todo, la era del casildense tuvo dos logros inéditos: la obtención de una Copa Internacional de manera invicta -y con el mejor rendimiento que alguna vez ha tenido algún campeón continental (10 partidos ganados y 2 empatados)- y la consecución de un tricampeonato nacional.
Se han escuchado críticas respecto de la venta de jugadores, pero en este caso ni entrenadores ni dirigentes pueden competir con las toneladas de dinero que ofrecen desde el exterior. Además, para ser francos, exigirles sacrificio económico y fidelidad ciega a muchachos que en algún momento de su niñez mascaron lauchas sería injusto. El tema es reforzar con calidad, dilema sin solución para la tropa de ineptos que estuvieron a cargo de la Universidad de Chile en aquel triste período.
La fuga de Sampaoli implicaba el arribo de un DT experimentado, más aún si se venía por delante la Copa Libertadores de América. Pues bien, contrario a esto se trae a Darío Franco: un técnico inexperto que venía de dirigir dos temporadas en la Primera B de Argentina (San Martín de San Juan e Instituto de Córdoba). Su campaña fue inestable y el equipo deambuló entre la excelencia y la penuria: por una parte, se le ganó a las ratas blancas, se obtuvo la Copa Chile ante la UC y se hizo un partido de antología en Rosario, con una formidable actuación de Guillermo Marino; por otra, se perdieron pleitos del campeonato nacional de manera patética y se cumplió una pésima actuación ante Olimpia y el mismo Newell’s en Santiago, derrotas que eliminaron a los azules en la primera fase de la Copa: fracaso inaceptable. Para más remate, Franco perdió el control del plantel y se desataron las escaramuzas y la indisciplina. El DT fue despedido de manera ordinaria y llegó en su reemplazo el payaso que faltaba: Marco Figueroa, con quien la U tocó fondo. Tema aparte fue el proceso de contrataciones, un caos que aún no se entiende, pues llegaron jugadores de tercer orden a reemplazar a campeones sudamericanos. Como era lógico, la oligofrenia de Figueroa se convirtió en su enésima indemnización y se nombró al novato Cristian Romero como DT interino con otra Copa Libertadores a la vuelta de la esquina. Todo absolutamente mal, mal, mal. Los azules vuelven a caer en primera fase, pese a anotarse otro record a su favor: tras el triunfo ante Guaraní en Paraguay, la U es el único equipo chileno que ha ganado en todos los países sudamericanos. Romero corona una de las peores campañas locales de los últimos tiempos y, cuando parecía todo perdido, el jeta Yuraszeck abandona la presidencia de Azul Azul y con ello desaparece el sarcoma…
¿Qué podemos esperar de este nuevo proceso? Principalmente decencia: la jefatura de Carlos Heller, el retorno de Sabino Aguad y la incorporación de Alberto Quintano son garantía de ello. Creemos que el arribo de Martín Lasarte también es sinónimo de respetabilidad y, al menos, las contrataciones tuvieron sentido, como también la decisión de reducir el plantel. Es cierto que el partido ante Cobresal fue un parámetro discreto, pero al menos el equipo se vio afiatado, con pierna fuerte y con una disposición ofensiva cuerda: por fin se acabó la línea de tres en el fondo, señal de que la ofuscación por el estilo del 2011 ha llegado sanamente a su fin.



[1] La infiltración es un método terapéutico que puede acortar los tiempos de recuperación y en el que se emplean anestésicos locales como la lidocaína y un corticoide tipo dexametasona, betametasona o triamcinolona. Su uso debe ser prudente: no debe emplearse horas antes de un partido porque anestesia las estructuras anatómicas lesionadas y bloquea la sensación de dolor, lo que puede causar rompimiento ligamental, tendinoso o muscular. Sólo debe realizarse si hay un tiempo sensato de restablecimiento: luego de infiltrarse, el jugador debe tener 4 días de descanso. Además, un deportista sólo puede someterse a dos infiltraciones al año; de lo contrario, el corticoide se cristaliza y el tendón se endurece, perdiendo elasticidad y elongación, e incluso provocando su posterior rotura. 

1 comentario:

  1. Cristóbal Cornejo26 de julio de 2014, 15:03

    Lamentable la escalada de malas decisiones y aquello tuvo un notorio impacto en el nivel futbolístico mostrado.
    Lo de Juraseck fue nefasto, convirtió un equipo Campeón de América, en un equipo que no tenía identidad de juego, se dio pie a la elección de técnico con una suerte de "Compra huevos" pasando por Franco, Figueroa y Romero quiénes demostraron horrendas presentaciones del equipo Azul. Tal como menciona Andres veo un trabajo ordenado y con directrices claras. Lo cual da para un pronóstico esperanzador que todos los hinchas esperamos de la Gloriosa Universidad de Chile

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