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viernes, 16 de septiembre de 2016

Supercopa: el fin de una era

La dirección autocrática de Heller fracasó y convirtió a la U en el peor equipo del fútbol chileno después de haber sido hace 5 años el mejor de Sudamérica. Y aquello es lógico: ningún club resiste dos años jugando a nada. ¡Dos años!
Obedeciendo a un razonamiento infantil, Azul Azul creyó que el logro del período 2011-2012 (un tricampeonato nacional más un trofeo continental) podía replicarse tan sólo con dinero. La mentada y exitosa fase fue producto de un trabajo que comenzó Salah, que impulsó Markarián y que sostuvo Pelusso: el equipo que recibió Sampaoli era semifinalista de Copa Libertadores y el casildense, al momento de partir, lo dejó en idéntica condición. El factor en común de aquellos años era la presencia de jugadores formados en casa y, por lo tanto, más identificados con la institución. Por otra parte, los refuerzos eran menos numerosos, pero de calidad: Montillo, Olivera, Villalobos, Matías Rodríguez, Osvaldo González, Estrada y Victorino, entre otros.
Después de aquel ciclo, comenzó el desfile de entrenadores ineptos, la contratación de refuerzos de pacotilla y los episodios de indisciplina que contaron con la subvención de los dirigentes; por ejemplo, se contrató a Suárez después de que se enfrascó en una pelea a botellazos a las 3 de la mañana, en un local nocturno y estando lesionado. En resumidas cuentas, Azul Azul se encargó de bajarle el pelo al plantel y de aceptar la inclusión de pungas retardados en lugar de contratar de manera cualitativa y de fomentar la promoción de los muchachos de divisiones menores. Tal vez esto último haya sido el único mérito de Darío Franco, junto con ganarle la Copa Chile a la UC. La dirigencia es responsable de poseer una generación perdida que, para más remate, refuerza a los adversarios, vaga en la suplencia de equipos foráneos o fueron vendidos atolondradamente: Duma, Santander, Christian Bravo, Valber Huerta, Cerezo, Grunwald, Solís, Velázquez, Cristóbal y Sergio Vergara, Leyton, Lichnovsky, Ángelo Henríquez, Nazareno Solís y un largo etcétera.
La nueva derrota ante la UC confirma un hecho que realmente entristece: la U ni siquiera es un equipo de primera división y sólo se mantiene en la categoría porque siempre hay un par de equipos aún peores. De lo contrario, ya se estaría en los potreros. ¡Y con un plantel millonario!
En cuanto al partido, Beccacece volvió a confirmar su ignorancia: la U es un equipo desordenado que improvisa absolutamente todo, que no aprende de sus errores, que regala goles inconcebibles y que saca de quicio, sobre todo por la maldita manía de salir jugando cuando no corresponde: los dos goles en contra son el resultado de perder la pelota en esa circunstancia. Los jugadores se ven incómodos, impotentes y confundidos. Hoy más que nunca se necesita la presencia de un DT experimentado que ponga orden en esta chacra vergonzosa. Vamos por parte:    
  1. Es increíble que la U no explote el ala derecha: para ello basta ubicar a Contreras como lateral y a Rodríguez como volante. Actualmente, el argentino debe recorrer una zona demasiado vasta y llega reventado, tanto a marcar como a finalizar la jugada. Otra alternativa es mantenerlo como lateral y delante de él ubicar a Schultz, para así dejar definitivamente a Contreras como zaguero central derecho.
  2. No se entiende la inclusión de Yerko Leiva en una final, si ni siquiera se lo ha considerado en la oncena que disputa el torneo cada fin de semana. ¿Cuál fue la idea? ¿Sorprender al rival? Esto fue una imbecilidad sin nombre; además, el muchacho aún no posee condiciones atléticas y, por lo mismo, necesita un trabajo de musculación serio.
  3. Si la dupla Vilches-Contreras no funcionó contra Cobresal, ¿por qué la reiteró contra la UC y más encima en una final? Lo lógico es que se incluya a Nicolás Ramírez, quien ya exhibió excelentes condiciones y, además, demostró la personalidad que muchos de los supuestos refuerzos no poseen. ¿Por qué hacer jugar a Contreras con el perfil cambiado? La consecuencia de esta estupidez es el primer gol de la UC: el ex Palestino esperó 4 botes antes de atacar el estúpido balón que le entregó Vilches. Beccacece aún no entiende que los zurdos deben jugar por la izquierda y los diestros por la derecha. Tiene caca en la cabeza. Por otra parte, insiste en adelantar a los zagueros centrales hasta la mitad de cancha. ¿Para qué? ¿Es el Viejo Pascuero de los rivales? Nuevamente, la UC ganó sin hacer nada, sólo se replegó y esperó el error. Tal cual lo hace cualquiera que enfrente a la U. Así de predecible es el esquema de este farsante.
  4. Sí Zacaría es un volante de marca con proyección, ¿para qué incluirlo de puntero izquierdo si, para más remate, jamás ha jugado en esa posición? ¿Y en una final? Este DT subnormal pretende estar innovando siempre en lugar de afianzar una oncena lógica que mecanice sus movimientos.
  5. Tampoco se entendió la exclusión de Maturana, pues es el acompañante natural de Lorenzetti en las funciones creativas. Para más remate, lo hace ingresar cuando quedan 20 minutos y lo incluye en la punta derecha. Un desastre.
  6. Lorenzo Reyes necesita un compañero en el mediocampo, debió ser Guzmán Pereira, pero ya sabemos lo que ocurrió con él. Por ahora, lo más lógico es que lo acompañen Zacaría o Juan Leiva.
  7. Gastón Fernández debe jugar en la entrada del área rival, pues es el único sector adonde pesa. Así y todo, es un jugador frío que no pelea ningún balón ni aguanta la marca. Mora es igualmente discreto. Las otras alternativas son los juveniles Briceño y Taiva.

Gracias a la ignorancia de Heller, a la indolencia de los dirigentes y a las estupideces de un argentino caradura, la U perderá la sana costumbre de ganar una Copa por temporada, logro que se concretaba continuamente desde el 2011. Es curioso que la racha se acabe justo el año en que se gastó más dinero. Flor de contradicción. Váyanse todos al infierno, viejos picantes.


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