La
dirección autocrática de Heller fracasó y convirtió a la U en el peor equipo
del fútbol chileno después de haber sido hace 5 años el mejor de Sudamérica. Y
aquello es lógico: ningún club resiste dos años jugando a nada. ¡Dos años!
Obedeciendo
a un razonamiento infantil, Azul Azul creyó que el logro del período 2011-2012
(un tricampeonato nacional más un trofeo continental) podía replicarse tan sólo
con dinero. La mentada y exitosa fase fue producto de un trabajo que comenzó Salah,
que impulsó Markarián y que sostuvo Pelusso: el equipo que recibió Sampaoli era
semifinalista de Copa Libertadores y el casildense, al momento de partir, lo
dejó en idéntica condición. El factor en común de aquellos años era la
presencia de jugadores formados en casa y, por lo tanto, más identificados con
la institución. Por otra parte, los refuerzos eran menos numerosos, pero de
calidad: Montillo, Olivera, Villalobos, Matías Rodríguez, Osvaldo González, Estrada
y Victorino, entre otros.
Después
de aquel ciclo, comenzó el desfile de entrenadores ineptos, la contratación de
refuerzos de pacotilla y los episodios de indisciplina que contaron con la
subvención de los dirigentes; por ejemplo, se contrató a Suárez después de que
se enfrascó en una pelea a botellazos a las 3 de la mañana, en un local
nocturno y estando lesionado. En resumidas cuentas, Azul Azul se encargó de
bajarle el pelo al plantel y de aceptar la inclusión de pungas retardados en
lugar de contratar de manera cualitativa y de fomentar la promoción de los muchachos
de divisiones menores. Tal vez esto último haya sido el único mérito de Darío
Franco, junto con ganarle la Copa Chile a la UC. La dirigencia es responsable
de poseer una generación perdida que, para más remate, refuerza a los adversarios,
vaga en la suplencia de equipos foráneos o fueron vendidos atolondradamente:
Duma, Santander, Christian Bravo, Valber Huerta, Cerezo, Grunwald, Solís,
Velázquez, Cristóbal y Sergio Vergara, Leyton, Lichnovsky, Ángelo Henríquez,
Nazareno Solís y un largo etcétera.
La
nueva derrota ante la UC confirma un hecho que realmente entristece: la U ni
siquiera es un equipo de primera división y sólo se mantiene en la categoría porque
siempre hay un par de equipos aún peores. De lo contrario, ya se estaría en los
potreros. ¡Y con un plantel millonario!
En
cuanto al partido, Beccacece volvió a confirmar su ignorancia: la U es un
equipo desordenado que improvisa absolutamente todo, que no aprende de sus
errores, que regala goles inconcebibles y que saca de quicio, sobre todo por la
maldita manía de salir jugando cuando no corresponde: los dos goles en contra son
el resultado de perder la pelota en esa circunstancia. Los jugadores se ven
incómodos, impotentes y confundidos. Hoy más que nunca se necesita la presencia
de un DT experimentado que ponga orden en esta chacra vergonzosa. Vamos por
parte:
- Es increíble que la
U no explote el ala derecha: para ello basta ubicar a Contreras como
lateral y a Rodríguez como volante. Actualmente, el argentino debe
recorrer una zona demasiado vasta y llega reventado, tanto a marcar como a
finalizar la jugada. Otra alternativa es mantenerlo como lateral y delante
de él ubicar a Schultz, para así dejar definitivamente a Contreras como
zaguero central derecho.
- No se entiende la
inclusión de Yerko Leiva en una final, si ni siquiera se lo ha considerado
en la oncena que disputa el torneo cada fin de semana. ¿Cuál fue la idea?
¿Sorprender al rival? Esto fue una imbecilidad sin nombre; además, el
muchacho aún no posee condiciones atléticas y, por lo mismo, necesita un
trabajo de musculación serio.
- Si la dupla
Vilches-Contreras no funcionó contra Cobresal, ¿por qué la reiteró contra
la UC y más encima en una final? Lo lógico es que se incluya a Nicolás
Ramírez, quien ya exhibió excelentes condiciones y, además, demostró la
personalidad que muchos de los supuestos refuerzos no poseen. ¿Por qué
hacer jugar a Contreras con el perfil cambiado? La consecuencia de esta
estupidez es el primer gol de la UC: el ex Palestino esperó 4 botes antes
de atacar el estúpido balón que le entregó Vilches. Beccacece aún no
entiende que los zurdos deben jugar por la izquierda y los diestros por la
derecha. Tiene caca en la cabeza. Por otra parte, insiste en adelantar a
los zagueros centrales hasta la mitad de cancha. ¿Para qué? ¿Es el Viejo
Pascuero de los rivales? Nuevamente, la UC ganó sin hacer nada, sólo se
replegó y esperó el error. Tal cual lo hace cualquiera que enfrente a la
U. Así de predecible es el esquema de este farsante.
- Sí Zacaría es un
volante de marca con proyección, ¿para qué incluirlo de puntero izquierdo
si, para más remate, jamás ha jugado en esa posición? ¿Y en una final?
Este DT subnormal pretende estar innovando siempre en lugar de afianzar
una oncena lógica que mecanice sus movimientos.
- Tampoco se entendió
la exclusión de Maturana, pues es el acompañante natural de Lorenzetti en
las funciones creativas. Para más remate, lo hace ingresar cuando quedan
20 minutos y lo incluye en la punta derecha. Un desastre.
- Lorenzo Reyes
necesita un compañero en el mediocampo, debió ser Guzmán Pereira, pero ya
sabemos lo que ocurrió con él. Por ahora, lo más lógico es que lo acompañen
Zacaría o Juan Leiva.
- Gastón Fernández
debe jugar en la entrada del área rival, pues es el único sector adonde pesa.
Así y todo, es un jugador frío que no pelea ningún balón ni aguanta la
marca. Mora es igualmente discreto. Las otras alternativas son los
juveniles Briceño y Taiva.
Gracias a la ignorancia de Heller, a la indolencia de
los dirigentes y a las estupideces de un argentino caradura, la U perderá la sana
costumbre de ganar una Copa por temporada, logro que se concretaba
continuamente desde el 2011. Es curioso que la racha se acabe justo el año en
que se gastó más dinero. Flor de contradicción. Váyanse todos al infierno, viejos
picantes.
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