Otro
encuentro enfermizo de la U: sus estériles delanteros desaprovecharon al menos
4 ocasiones de gol en el primer tiempo y aquello casi le costó el partido, pues
-pese a las afirmaciones de la prensa ignorante- los problemas más graves de
los azules se hallan en ofensiva: Mora no es capaz de aguantar la pelota ni la
marca, lo mismo acontece con Fernández, un flojo de primera. Briceño, por su
parte, poco puede hacer si sólo lo mandan a corretear, y el único volante que se
atreve a rematar al arco es el discreto Zacaría, ni Schultz ni Reyes saben
hacerlo.
En
el universo del fútbol, los cuadros exitosos son los que hacen goles, así de
simple, y desde que se fueron Junior Fernandes, Álvaro Henríquez y Raúl Ruidíaz
en el ya lejano 2012, la U no volvió a tener atacantes de calidad. Sólo el Canales
del 2014 se acercó un poco, hasta que el idiota de Lasarte decidió apurar su
período de recuperación tras un planchazo sufrido ante San Marcos en Santiago.
La
dupla técnica sorprendió a todos una vez más al dejar en la banca a Lorenzetti,
quien fue capitán en el pleito anterior, por eso resulta insensata la
explicación de Castañeda cuando adjudica la remontada final sólo al espíritu de
lucha: aquello se logró gracias a los cambios y nada más. El discursito barato
y romántico ya se gastó, el cariño hacia la U debe manifestarse con acciones
juiciosas, y esto va de rey a paje. Ya basta de sofistas de ocasión y de poetas
rancios y embusteros.
El
primer gol de Iquique surge debido a que el mediocre Lorenzo Reyes soltó a
Ramos para perseguir la pelota como quiltro ansioso. En el segundo gol, en
tanto, demostró nuevamente su mórbida lentitud y se limitó a dar manotazos sin
sentido. Este jugador no aporta nada y es inconcebible que la dupla técnica lo
mantenga en la oncena titular. Por tal razón, fue muy importante la reaparición
de Sebastián Martínez, a quien le sirvió estar en la banca por un rato. Su
presencia enriquecerá la formación inicial con gente de la casa. La pregunta
es: ¿se atreverán a sacar a Reyes y a incluir a Martínez en su lugar? Esta
interrogante revela el grado de insensatez que impera en la dirección técnica.
Monzón
por fin realizó lo que tenía que hacer desde que llegó: desbordar y centrar
hacia atrás, fuerte y por abajo. ¿Era tan difícil? Esto mismo debe ejecutar
Beausejour cada vez que juega. Por cierto, los centros por arriba no sirven,
pues los delanteros azules son de plumavit.
Como
si no bastara con la mediocridad de estos últimos dos años, ahora la U es un
hospital. ¿Las razones? Algunos culpan al cuerpo técnico anterior y otros al
actual. Como sea, la dupla Castañeda-Musrri debe demostrar más carácter y
relegar a quienes ya no rindieron: Vilches, Jara, Reyes, Mora y Fernández. Monzón
y Beausejour tampoco han respondido.
¿Qué
esperar ahora? Que termine el semestre sin que la U adorne el fondo de la
tabla. A eso hemos llegado, gracias al liderazgo autocrático e insustancial de
Heller, el dueño del circo.
Es
imposible cerrar este artículo sin mencionar a los simpatizantes, hinchas o
cómo se les quiera llamar: en medio de una de las peores campañas de la
historia del club, llenaron el Estadio Nacional de manera conmovedora.
Al
fin y al cabo, la U siempre ha sido sostenida por su gente y por algunos
jugadores, nada más. El resto son aves de paso.
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