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jueves, 27 de septiembre de 2012

Santos 2 – Universidad de Chile 0


Santos es una fuerza millonaria que alberga en sus filas al jugador más codiciado del momento; sin embargo, ante la U se replegó en el fondo y apostó al contragolpe. Y en Sao Paulo. Esta circunstancia evidencia el respeto que se ha ganado la Universidad de Chile en el continente y explica lo que para muchos imbéciles sólo es déficit en el finiquito: a la U le juegan con miedo y prefieren esperarla poblando el centro de la cancha con mediocampistas de contención y metiendo 5 o 7 jugadores al área, táctica indigente que incluso ha complicado a potencias europeas como el Barcelona y el Bayern Munich. La tarea para el cuerpo técnico es, por tanto, hallar el modo de salvar esta propuesta tan conservadora. Creemos que la solución pasa por simplificar los ataques rematando al arco de manera más frecuente y apenas se tenga la oportunidad. De hecho, en el primer tiempo contra los paulistas tanto Gustavo Lorenzetti como Sebastián Ubilla tuvieron la ocasión de hacerlo y optaron por habilitar a un compañero, facilitando la reacción de la poblada y veloz defensa local.
La única verdad es que la Universidad de Chile jugó un partidazo, que perdió por dos errores puntuales y que, de mantener el nivel exhibido ayer, tiene grandes posibilidades de avanzar en la Copa Sudamericana. Por lo demás, da la sensación de que los goles ya están en el horno y de que podremos disfrutar muy pronto de la prodigalidad de los delanteros azules. Recordemos que el de ayer es sólo el segundo partido consecutivo de Ubilla, que Francisco Castro -quien falló el tanto del empate por no definir de primera- parece estar retomando su nivel, que Luciano Civelli también se está integrando a la oncena y que en la Copa Chile se han asomado valores jóvenes muy interesantes.
Para quienes vivimos los años de miseria del cuadro azul, en plena dictadura, el presente del club es un sueño hecho realidad: el rendimiento internacional era la deuda histórica y ya se está saldando. Podemos afirmar, a mucha honra, que la Universidad de Chile es uno de los mejores equipos de Sudamérica, resultado de un trabajo que comenzó el año 2009 con la Copa Libertadores del respetable Sergio Markarián y que Jorge Sampaoli elevó a dimensiones insospechadas: la U evolucionó de tal manera que, en lugar de replegarse en la zaga, ahora se adueña de los partidos en el mismísimo Brasil. Quien esté disconforme con esta actualidad sólo es un cretino intolerante y enclenque incapaz de sobrellevar un revés: el fútbol es un juego, se puede ganar o perder y nadie se salva de esta máxima, ni siquiera el Barrabases de Guido Vallejos. El asunto es cómo abordar los encuentros: como una laucha pusilánime o con la valentía que Sampaoli enseña a diario.
Ya insinuamos que la U había caído por causa de dos errores puntuales:
  1. En el primer gol, Osvaldo González se frenó en lugar de barrerse y eso permitió el desborde. Luego, José Rojas -de gran partido- cometió un error infantil: soltó la marca de Neymar y siguió el balón, dejando que aquél recibiera la pared y rematara con libertad. Si fuéramos estrictos, en este tanto hubo falta contra Sebastián Martínez, quien no pudo bloquear antes porque fue agarrado del cuello y tomado de la camiseta.
  2. El segundo gol llegó a través de una pelota parada, lo que nos permite realizar el único reproche posible al cuerpo técnico: la inclusión de Igor Lichnovsky es urgente, pues se necesita envergadura física en la zaga. Es más, si Matías Rodríguez aún no está del todo recuperado, el ingreso de Paulo Magalhaes también es perentorio, pues además aporta cabezazo.
El arbitraje del hampón uruguayo Martín Vásquez merece un capítulo aparte. Empleando viejas tretas rioplatenses redujo el poderío azul con algunos cobros antojadizos y otros abiertamente descarados: soslayó manos deliberadas dentro y fuera del área por parte de los voleibolistas brasileños, pero no tuvo pudor en cobrarle el penalcito a José Rojas, aunque aquello, una vez más, permitió el lucimiento de Johnny Herrera; en cuanto a las reiteradas faltas contra Enzo Gutiérrez en el primer tiempo, o bien no fueron sancionadas con tarjeta o simplemente no se cobraron; igual suerte corrió Albert Acevedo cuando se aprestaba a centrar con peligro desde la derecha: fue barrido con un tackle y no se cobró nada; este réferi cuatrero cortó contragolpes claros de la U señalando infracciones añejas que ya habían sido sorteadas por el propio andamiaje azul; y, finalmente, indicó faltitas inexistentes a favor del local para otorgarle jugadas de riesgo. En suma, debió tolerarse a un manipulador de mierda y este es un aviso para lo que se viene: no olvidemos jamás los arbitrajes que debió esquivar la Universidad de Chile en la Copa Sudamericana del año pasado para poder consagrarse campeón: robos descarados en Uruguay, Argentina y Brasil.
Una vez más y para vergüenza de todos, Yáñez y Solabarrieta dieron un concierto inmundo de superfluidad y charlatanería marginal dignas de una paliza. Abusaron de las frases estereotipadas, de la deslealtad hacia un cuadro chileno y de la lisonja sodomita. Solabarrieta cometió la desfachatez de narrar melodramas personales que no le interesan a nadie y de piropear de manera asquerosa a la vedette brasileña de turno. Luego, el dúo de subnormales cerró su circo abyecto masturbándose con la celebración paulista. Es una verdadera lástima que piojos como estos estén a cargo de los relatos y de los comentarios cuando juega un cuadro nacional. ¡Cuánto se extraña a los periodistas de antaño que ya abandonaron este mundo! Al parecer, sólo nos quedaremos con la basura que arrojan las olas.
En fin, ver a la U el día de ayer fue reconfortante y demostró que este semestre es posible ganar alguno de los trofeos que están en juego. También reveló que el plantel se motiva enérgicamente cuando se desempeña en algún campeonato internacional: la Universidad de Chile al fin es un equipo copero. Sólo existe una inquietud: ¿qué pasará cuando Sampaoli deje la U? ¿Volveremos a sufrir con ordinarios como Basualdo o con conservadores extremos como Pelusso? Sólo nos resta esperar que los dirigentes sepan valorar este reconocimiento internacional y cuiden a uno de los cuerpos técnicos más admirables del orbe futbolístico.

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