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viernes, 15 de junio de 2012

Boca Juniors 2 – Universidad de Chile 0


La derrota de la U en Argentina originó un desfile de apóstoles que iluminaron su propia estupidez mediante la irrisoria superposición del efecto sobre la causa: son los ridículos analistas del hecho consumado. Y claro, incapaces de estudiar las variables antes de saber el desenlace, su charlatanería sólo adquiere vigor cuando ya conocen el resultado final. Entonces ahora, luego de la caída, resulta que los seleccionados azules están cansados, que Sampaoli debió dosificar el plantel ante Cobreloa y que los dirigentes no debieron vender ni a Eduardo Vargas ni a Marcos González. Pamplinas grotescas de una prensa cada vez más pueril e insufrible.
La lectura del partido es simple: la U perdió dos pelotas que estaban recuperadas y la línea de 3 fue incapaz de hacerle frente a la urgencia; por el mismo motivo pudo recibir perfectamente dos goles más; los apremios se acabaron con el ingreso de Paulo Magalhaes quien, precisamente, entró para que la zaga conformara una línea de 4; y, para terminar, la Universidad de Chile sólo generó riesgos intermitentes debido al gran poder de anticipación que posee Boca.
En este blog hemos comentado hasta el cansancio que es prácticamente suicida jugar con 3 zagueros como visitante: fue funesto en Medellín, en Quito y ahora en Buenos Aires. Por lo demás, la U tuvo sus mejores actuaciones en calidad de forastero cuando empleó 4 defensas: ante Flamengo en Río y Liga Deportiva en Ecuador. ¿Por qué Jorge Sampaoli insiste en conformar su retaguardia de esta manera? Sólo porque es un DT intrépido que no le teme al fracaso.
El asunto es cómo derrotar a los bosteros en Santiago y la clave, al igual que ante Deportivo Quito, será la distribución del mediocampo. Como Lorenzetti estuvo muy aislado, tal vez el ingreso de Marino proporcione más equilibrio en ese sector. Esto obligaría a sostener una línea de 3 compuesta por Paulo Magalhaes, Osvaldo González y José Rojas; es decir, se asumiría un riesgo aún mayor. Que así sea. Otro aspecto relevante consistirá en imponer el desborde por ambas puntas para que los aleros logren centrar hacia atrás: Matías Rodríguez y Eugenio Mena son quienes habitualmente cumplen dicha función. Marcelo Díaz y Charles Aránguiz completan el centro del campo y es en ofensiva adonde se presentan mayores dudas: pueden ingresar desde el principio Junior Fernandes y Ángelo Henríquez, aunque Sebastián Ubilla mostró cualidades muy interesantes que lo convierten en una opción válida.
La misión es ardua y para los medios de información trasandinos es realmente imposible. Veremos. Lo importante es saber leer correctamente lo que aconteció en La Bombonera. Ya nos referimos a los asuntos negativos y aunque los periodistas chilenos no reparen en ello, también es posible efectuar una observación positiva: Boca prevaleció en el inicio de ambos tiempos, pero al final de ellos fueron los azules quienes se acercaron a las inmediaciones del área local. Conclusión: los bonaerenses sólo aguantan 30 minutos por lapso y la Universidad de Chile no tendrá más remedio que apostar por el vértigo constante para que el rival corra mucho sin pelota y así acelere su desgaste. Esto resultará inútil si se insiste en levantar el balón: los azules deben ganar la línea de fondo y centrar atrás de forma rasante, pues los antagonistas son espigados.
Por desgracia se vienen las ratas blancas y aquello puede distraer el objetivo principal. Sólo queda esperar que Jorge Sampaoli le dé prioridad a la revancha del día jueves por la Copa. El equipo de Pinochet puede esperar y hay jugadores que ante Cobreloa se vieron muy bien: Albert Acevedo, Igor Lichnovsky y Roberto Cereceda. Otros pueden hacerle daño a Coco Loco con su velocidad: Felipe Gallegos, Francisco Castro y Raúl Ruidíaz.
Fuerza a todos los azules y jamás olvidemos el rasgo combatiente de este club. Que den por muertos a nuestros jugadores puede ser provechoso: están acostumbrados a convertir el cotillón en lágrimas.
¡Vamos con todo, mierda!  

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