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jueves, 17 de mayo de 2012

LIBERTAD 1 – UNIVERSIDAD DE CHILE 1


Antes del partido, Jorge Burruchaga declaró que el principal objetivo de su conjunto era mantener el cero en su valla. Resulta extraño que el DT del equipo que abre una llave de Copa como local declare semejante extravagancia, pues la obligación de todo cuadro que juega como anfitrión es, primero que nada, ganar el pleito, da lo mismo cómo y da lo mismo por cuánto. Sin embargo, una vez comenzados los 90 minutos quedó claro por qué este prócer trasandino manifestó tan austera pretensión: porque sólo juega al contragolpe y a levantar el balón. Establece dos líneas de 4 que ejecutan relevos defensivos y que sólo se proyectan en ataque cuando recuperan la pelota. No propone, sólo espera el error del adversario. Al fin y al cabo, si empata a cero como local y a uno como visita se clasifica, así de simple, y en el peor de los casos define su clasificación a penales. Es la escuela bilardista que fastidió el Mundial de Italia ’90 y que luego se propagó como una plaga pestilente entre los técnicos que se ufanaban de su pragmatismo. Como la tragedia es inherente a la vida, a veces esta mezquindad logra imponerse y las zarpas avaras terminan levantando inmerecidos trofeos.
En la vereda opuesta está Jorge Sampaoli, quien incluso a veces transgrede los límites de la lógica y vuelca su intrepidez de manera temeraria. De hecho, luego de la funesta experiencia en Quito, se creyó que por fin optaría por una línea de 4 cada vez que la U jugara como forastera. Pero no. Imposible. No puede evitar el riesgo y no está dispuesto a cederle ni un centímetro de comodidad al contrincante: la idea es presionarlo y desbordarlo todo el partido.
El problema es que esta clase de torneos son un compendio de artimañas y de maniobras inmorales que no merecen tanta generosidad deportiva. No es justo que la Universidad de Chile arriesgue de forma infatigable mientras el local plantea una estrategia miserable, presenta una cancha indigente, desinfla balones para restar velocidad a la dinámica azul, corta la luz para interrumpir la aclimatación y, como si aquello no fuera suficiente, recibe el auxilio de un arbitraje descabellado y corrupto.
Jorge Sampaoli reordenó las piezas para robustecer la defensa sólo después del gol de Gustavo Lorenzetti y dispuso el ingreso de Paulo Magalhaes, quien otra vez cumplió una faena sobresaliente. Antes del empate, sólo la solidez de Johnny Herrera y el gran desempeño de José Rojas e Igor Lichnovsky evitaron el segundo tanto guaraní. Pero en fin, habrá que acostumbrarse a los sobresaltos porque a este cuerpo técnico le fascina el suspenso. Es parte de su encanto y de su éxito.
El resultado de hoy es muy bueno pero no está dicha la última palabra. Libertad vendrá a plantear el mismo esquema porque al parecer carece de más alternativas, así que se viene un partido muy cerrado contra un equipo violento y especulador. Esperemos que el réferi del próximo jueves esté a la altura de una Copa internacional y al menos no exhiba la ponchera indecente que lució hoy día el uruguayo Darío Ubriaco, de pésimo desempeño: contando con su inoperancia los paraguayos golpearon todo el partido a Charles Aránguiz y a Matías Rodríguez, inventó infracciones para que llovieran los balones detenidos al área de la U y se comió una roja directa cuando el excelente Ángelo Henríquez se metía solo al área y fue derribado por el último hombre. Muy malintencionado y parcial el Tocino Ubriaco. Charrúa de la vieja escuela.
Insistimos, se vienen 90 minutos complicados contra un adversario artero y cínico que despliega en terreno la mentalidad mañosa de su DT. Nótese la similitud de todos los equipos dirigidos por quienes fueron pupilos de Bilardo o al menos pertenecen a su generación: se destacan por su tacañería táctica y por un discurso que jamás reconoce los méritos del contrincante. Durante el ciclo de Sampaoli, la Universidad de Chile ha eliminado al Arsenal de Gustavo Alfaro y al Godoy Cruz de Nery Pumpido, quienes en su momento optaron por amurrarse y desestimar la superioridad azul. Después del partido, Jorge Burruchaga señaló que la U no mereció empatar”. Nosotros preguntamos: ¿acaso fue injusta la igualdad para el único equipo que se arriesgó? ¿Acaso es injusto el empate para un visitante que salió a ganar el pleito jugando con una línea de 3 y que en gran parte del primer tiempo metió al local en su arco? No sea caradura, señor Burruchaga y recuerde que la AFA ostenta dos Copas Mundiales mancilladas por el soborno y la intriga. Eso sí que es inmerecido.
El plantel de la Universidad de Chile, en tanto, se concentrará para salvar la dura revancha que se avecina y al menos podrá desarrollar su funcionamiento en una cancha en la que la pelota se desliza y no brinca, pues acá usamos el chuzo en el campo nomás.

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