Antes
del partido, Jorge Burruchaga declaró que el principal objetivo de su conjunto
era mantener el cero en su valla. Resulta extraño que el DT del equipo que abre
una llave de Copa como local declare semejante extravagancia, pues la
obligación de todo cuadro que juega como anfitrión es, primero que nada, ganar
el pleito, da lo mismo cómo y da lo mismo por cuánto. Sin embargo, una vez
comenzados los 90 minutos quedó claro por qué este prócer trasandino manifestó
tan austera pretensión: porque sólo juega al contragolpe y a levantar el balón.
Establece dos líneas de 4 que ejecutan relevos defensivos y que sólo se
proyectan en ataque cuando recuperan la pelota. No propone, sólo espera el
error del adversario. Al fin y al cabo, si empata a cero como local y a uno
como visita se clasifica, así de simple, y en el peor de los casos define su
clasificación a penales. Es la escuela bilardista que fastidió el Mundial de
Italia ’90 y que luego se propagó como una plaga pestilente entre los técnicos
que se ufanaban de su pragmatismo. Como la tragedia es inherente a la vida, a
veces esta mezquindad logra imponerse y las zarpas avaras terminan levantando inmerecidos trofeos.
En
la vereda opuesta está Jorge Sampaoli, quien incluso a veces transgrede los
límites de la lógica y vuelca su intrepidez de manera temeraria. De hecho,
luego de la funesta experiencia en Quito, se creyó que por fin optaría por una
línea de 4 cada vez que la U
jugara como forastera. Pero no. Imposible. No puede evitar el riesgo y no está
dispuesto a cederle ni un centímetro de comodidad al contrincante: la idea es
presionarlo y desbordarlo todo el partido.
El
problema es que esta clase de torneos son un compendio de artimañas y de maniobras
inmorales que no merecen tanta generosidad deportiva. No es justo que la Universidad de Chile arriesgue
de forma infatigable mientras el local plantea una estrategia miserable,
presenta una cancha indigente, desinfla balones para restar velocidad a la
dinámica azul, corta la luz para interrumpir la aclimatación y, como si aquello
no fuera suficiente, recibe el auxilio de un arbitraje descabellado y corrupto.
Jorge
Sampaoli reordenó las piezas para robustecer la defensa sólo después del gol de
Gustavo Lorenzetti y dispuso el ingreso de Paulo Magalhaes, quien otra vez
cumplió una faena sobresaliente. Antes del empate, sólo la solidez de Johnny
Herrera y el gran desempeño de José Rojas e Igor Lichnovsky evitaron el segundo
tanto guaraní. Pero en fin, habrá que acostumbrarse a los sobresaltos porque a este
cuerpo técnico le fascina el suspenso. Es parte de su encanto y de su éxito.
El
resultado de hoy es muy bueno pero no está dicha la última palabra. Libertad
vendrá a plantear el mismo esquema porque al parecer carece de más alternativas,
así que se viene un partido muy cerrado contra un equipo violento y especulador.
Esperemos que el réferi del próximo jueves esté a la altura de una Copa
internacional y al menos no exhiba la ponchera indecente que lució hoy día el
uruguayo Darío Ubriaco, de pésimo desempeño: contando con su inoperancia los
paraguayos golpearon todo el partido a Charles Aránguiz y a Matías Rodríguez,
inventó infracciones para que llovieran los balones detenidos al área de la U y se comió una roja directa
cuando el excelente Ángelo Henríquez se metía solo al área y fue derribado por el
último hombre. Muy malintencionado y parcial el Tocino Ubriaco. Charrúa de la
vieja escuela.
Insistimos,
se vienen 90 minutos complicados contra un adversario artero y cínico que
despliega en terreno la mentalidad mañosa de su DT. Nótese la similitud de
todos los equipos dirigidos por quienes fueron pupilos de Bilardo o al menos
pertenecen a su generación: se destacan por su tacañería táctica y por un
discurso que jamás reconoce los méritos del contrincante. Durante el ciclo de
Sampaoli, la Universidad
de Chile ha eliminado al Arsenal de Gustavo Alfaro y al Godoy Cruz de Nery
Pumpido, quienes en su momento optaron por amurrarse y desestimar la
superioridad azul. Después del partido, Jorge Burruchaga señaló que “la
U no mereció empatar”. Nosotros preguntamos: ¿acaso fue
injusta la igualdad para el único equipo que se arriesgó? ¿Acaso es injusto el
empate para un visitante que salió a ganar el pleito jugando con una línea de 3
y que en gran parte del primer tiempo metió al local en su arco? No sea
caradura, señor Burruchaga y recuerde que la AFA ostenta dos Copas Mundiales mancilladas por
el soborno y la intriga. Eso sí que es inmerecido.
El
plantel de la Universidad
de Chile, en tanto, se concentrará para salvar la dura revancha que se avecina
y al menos podrá desarrollar su funcionamiento en una cancha en la que la
pelota se desliza y no brinca, pues acá usamos el chuzo en el campo nomás.
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