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miércoles, 2 de mayo de 2012

Universidad de Chile 5 – Ratas Blancas 0


La U goleó a las ratas blancas y terminó con la soberbia de una institución corrupta que pavimentó sus logros gracias a las zarpas de la dictadura militar. Aunque reptiles descarados como Guarello pretendan cubrir con tierra las heces castrenses que erigieron los cimientos de su vomitivo club, la verdad es que el gobierno bananero de Pinochet sacó a los indios de la quiebra y les compró jugadores con el dinero de todos los chilenos.
En cuanto al financiamiento de la covacha de Macul, según los periodistas “arbos” aquél no se concretó y sólo habría sido una promesa incumplida del dictador. Aquí vale la pena detenerse, pues gente que se jacta de su educación, como Felipe Bianchi, asegura que no existen pruebas tangibles de que la mentada subvención se haya producido, aduciendo la falta de documentos que acrediten el hecho. ¿Acaso Bianchi pretenderá que Pinochet haya dejado huellas de su deshonestidad en todas partes como quien esconde huevitos de pascua? El déspota chabacano está ligado al club de sus amores tanto como lo estaba Romeo de Julieta y eso Bianchi tendrá que llevárselo a la tumba, igual que los cinco puñales que le incrustó la U.
Este periodista sólo da tal argumento para evadir la realidad vergonzosa de la institución que venera descaradamente en los medios de información. Es sólo un paje más del castillo putrefacto. El hecho de que haga énfasis en que las ratas blancas ganaron más títulos en democracia que en dictadura demuestra que su filiación política está en contradicción con su agusanado paladar futbolístico, es la paradoja de los izquierdistas que son cocacolinos: tarde o temprano se ufanan de los logros deportivos respaldados por Pinochet.
Por otra parte, los éxitos que indica Bianchi hubiesen sido irrealizables de no mediar el auxilio del criminal: no es lo mismo embarcarse en una empresa quebrada que en una reparada con inyecciones de capital ilícito. Esta es la verdad, periodistas de cola larga, el éxito de Coco-Loco concretado en los años ’90 es producto del asfalto pervertido de la dictadura: les dejó el tránsito expedito hacia el triunfo fraudulento.
Los hinchas de este club enviciado y repelente sólo siguen al esperpento “arbo” por sus títulos dolosos, están enamorados de las estrellas como si fuesen zorras hollywoodenses o marcianas vagabundas. Tuvieron una lactancia basada en el opio farsante del “eterno ladrón” y por lo mismo son intolerantes al infortunio deportivo. Y este es un desacierto fundamental: sólo las equivocaciones tienen un poder instructivo, la infalibilidad no puede enseñarnos ni a enfrentar el dolor ni a resurgir, sólo nos vuelve eficaces en un área constreñida y nos restringe a un único y tedioso sendero. Quien se ha levantado es más fuerte que quien jamás ha caído, más aún si ese desplome fue falseado por un prestigio ilusorio.
Ese es el rasgo que distingue a los hinchas de la Universidad de Chile: el costalazo del año ’89 se asumió con entereza y virilidad. En dictadura la U se fue a la cresta mientras las ratas blancas engordaban su patrimonio y se regocijaban en sus nauseabundos delirios de fama prostituida y ficticia.
Los fanáticos “arbos” son arrogantes y proyectan sus ambiciones en un ente quimérico que, además, se supone insuperable. Es el camino del éxito fácil que estropeó al país. Es el itinerario exánime de quienes le temen al descalabro de su infecta divinidad. En realidad no aman a su deidad en sí misma, sólo aman sus triunfos, sólo anhelan sus bienes, aunque estén mancillados por la historia. No importa, ser intolerantes al fracaso les permite disimular su indigencia moral y disfrazar las imperfecciones que son universales, camuflar las carencias e idolatrar el embuste. Es el opio de un pueblo desclasado que no asume sus defectos.
Y es más, la insolencia de estos holgazanes no se limita tan sólo a sus representantes básicos, no señores, los jugadores y dirigentes de este club abyecto también practican el arte de la desvergüenza. Por eso antes de la goleada Pablo Contreras aseguró que para derrotar a la U les bastaba con la camiseta. ¡Uf! ¡Cómo pesan hoy en día esas bravuconadas subnormales y ordinarias! Contreras olvidó que tenía al frente a uno de los mejores equipos de Sudamérica y actuó como el vocero de la imbecilidad y de la derrota indecorosa.
Precisamente, una de las tantas premisas truculentas que relucieron antes del pleito versaba sobre la hipotética impericia que tenía la Universidad de Chile para demostrar la superioridad futbolística que poseía sobre las ratas blancas. Se llegó a hablar incluso de cierto apocamiento hacia el rival del trapo incoloro. Las hienas gruñían respecto del clásico anterior: está demostrada la inferioridad histórica de la U por el hecho de que la mejor oncena azul de todos los tiempos no pudo vencer al peor Coco-Loco que ha habido en años. Debe aclararse en primer lugar que los resultados siempre son inciertos: ¿quién iba a pensar que los azules se quedarían con 9 hombres en el primer tiempo de aquel partido? ¿Quién iba a afirmar que pese a ello la U seguiría atacando? Y para todos los idiotas que afirmaron semejante estupidez les enseñamos esta frase para que la graben en bronce y se la cuelguen del hocico: la peor Universidad de Chile de todos los tiempos goleó 3 a 0 a las ratas blancas antes de irse a segunda división y la mejor U de la historia les acaba de hacer 5. Entre el máximo y el mínimo exponente azul se consuma una boleta demencial de 8 goles de diferencia. ¡Ahí tienen historia, indios chuchas de su madre!
El encuentro del domingo expuso la insondable diferencia que existe entre ambas instituciones, la Universidad de Chile está en un momento crucial de su existencia porque puede consolidarse como potencia continental si continúa ciñéndose a la cordura; las ratas blancas, en cambio, están reintegrándose al infierno del cual Pinochet las había librado hacía siglos atrás. Y es que el averno tiene raíces profundas y pacientes, tarde o temprano quien huyó de sus garras con estratagemas rústicas es arrastrado sin remedio. Vean lo que les ocurrió a las gallinas de River Plate, otras regalonas de un gobierno militar.
La U impuso una presión vertiginosa que consistió en recuperar el balón en campo rival y en utilizar todo el ancho de la cancha para originar espacios. Las ratas blancas sólo aguardaban con dos miserables líneas de cuatro y se limitaban a ejecutar contragolpes estériles. Pese a ello, corrían mucho sin pelota y su fatiga sólo era cosa de tiempo. Aguantaron 50 minutos hasta que los azules las introdujeron en su dinamismo y las liquidaron de forma magistral.
Vamos por parte:
  1. La expulsión del cretino de Olivi: este sujeto solía sufrir episodios semejantes cuando jugaba en Audax Italiano, así que lo que ocurrió el domingo forma parte de su currículum. Primero bajó desde atrás y con una tijera a Gustavo Lorenzetti, tarjeta naranja. Después le mete un planchazo cínico a Marcelo Díaz, doble naranja y fuera. Gusanos legendarios como Leonel Herrera y Severino Vasconcelos, quienes gozaron de una impunidad descarada cuando jugaban por el eterno ladrón, adjudicaron la goleada de la U precisamente a la expulsión de Olivi. Lo que es lógico, pues ellos se desempeñaron bajo las prerrogativas de un gobierno que los usó como somnífero y jamás reconocerán las virtudes ajenas con dignidad: no tienen clase. De manera sospechosa el CDF ocultó en La Fecha a Fondo una imagen que es esclarecedora: la toma que muestra a Olivi de espaldas revela que él vio venir a Marcelo Díaz y que deliberadamente lo pisó en el tobillo, de otra forma no se explica porque dirigió su pierna en diagonal hacia el jugador azul. En el colmo de la inocencia o de la malicia, muchos periodistas afirmaron que la incidencia había sido accidental. Jamás lo fue.
  2. El gol de Marcelo Díaz: aconteció en un momento clave y le permitió a la U irse al descanso con una ventaja merecida ante un rival mediocre y mezquino. Las ratas blancas ya estaban siendo desbordadas por todos lados y este tanto premió al cuadro que salió a ganar. Hace rato que Marcelo Díaz merecía vivir una alegría como ésta. Debió llegar Jorge Sampaoli para descubrir su verdadero potencial y así librarlo de la incomodidad. Díaz posee una capacidad aeróbica impresionante que le permite emerger en cada rincón de la cancha, como si tuviese un mellizo. Por tal razón resultaron irrisorias las declaraciones de Luis Pérez, quien aseguró que intentaría anular a Marcelo Díaz y Charles Aránguiz. Compadre, para eso necesitaría dos Correcaminos y sólo posee chanchos con plumas.
  3. El primer gol de Matías Rodríguez: jugada que denota el estudio estricto del antagonista y que liquida el partido. Un tanto de camarín al igual que el segundo ante Antofagasta la semana pasada. Indicio de motivación y de convencimiento grupal: salir a cerrar el pleito y mantener el volumen ofensivo hasta el final. Jorge Sampaoli es un DT que hace la diferencia porque investiga y trabaja más que el resto, además cuenta con Jorge Desio para pulir el estado físico de los jugadores y gracias a esto puede imponer toques de primera en velocidad y presión constante en terreno adversario. No es primera vez que Marcelo Díaz hace caer el balón en una zona incómoda para el arquero: recordemos los goles de Osvaldo González ante Vasco da Gama y Nacional de Medellín. La Universidad de Chile se esfuerza más que todos, ese es el secreto de su éxito.
  4. El tercer golazo: este gol es muy valioso porque confirma a Igor Lichnovsky como uno de los futuros líderes de la escuadra azul. Señalamos en su momento que uno de los aspectos más notables del triunfo ante Antofagasta había sido la reaparición de este gran zaguero central, pues su altura será clave para los partidos de Copa Libertadores. Lichnovsky le puso la lápida a las ratas blancas y de paso abrió las puertas para la paliza. Otra vez el balón cae en una zona en la que el arquero queda expuesto. ¿Cuál es el gran detalle de este gol?: Lichnovsky es un jugador que cabecea con los ojos abiertos, como los imponentes caudillos de antaño.
  5. El cuarto gol, el gol del baile: en este tanto la U encajona a Coco-Loco en un ritmo de copa continental y los hace vivir un infierno. Por eso es tan gracioso que los indios aún se refieran a sí mismos como campeones de la Libertadores: en un torneo internacional harían el ridículo y se los llevarían presos por hediondos. Este gol recordó la manera en que la Universidad de Chile le jugó a Flamengo y Vasco da Gama en Río, desplegando un fútbol clase A que vuelve incompetente al rival. La jugada nace en campo propio, se transforma en un toque arrollador y es coronada por el nuevo centrodelantero azul: Ángelo Henríquez, un jugador que define con ambas piernas y que se sacrifica durante los 90 minutos para que sus compañeros puedan hallar espacios en las cerradas defensas antagonistas.
  6. El gol de la ignominia: no quedaba nada, las ratas blancas estaban metidas atrás y la U seguía presionando. Falta a Henríquez, centro de Francisco Castro y golazo de Matías Rodríguez. Cuatro goles eran muy poco para este partido y este tanto al filo del pitazo final consolida el hermoso presente azul. Un golazo para callar los hocicos inmundos y engreídos que durante tanto tiempo se ufanaron de poseer una historia gloriosa, cuando en realidad detentan una leyenda negra y cobarde plagada de subvenciones criminales. Un golazo para gritarlo con el alma, indio concha de tu madre.

            

1 comentario:

  1. jajajajaja.
    Maravilloso todo lo que nos relata de forma brillante y certera Andrés.
    Ahí tienen indios de la gran puta!
    VAMOOO LA UUUUUU!!

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