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miércoles, 15 de febrero de 2012

Nacional de Medellín 2 – Universidad de Chile 0

Una de las inquietudes que dejó el exitoso 2011 era la forma en que llegaría la U a un precipitado inicio de Copa Libertadores: luego de terminar una exigente campaña prácticamente el último día del año, con 10 días de vacaciones, una pretemporada dura a cargo del riguroso Jorge Desio y jugadores nuevos en período de adaptación, era ridículo esperar la reproducción del rendimiento alcanzado en la Copa Sudamericana. A esto hay que sumar la política austera del club, la partida extemporánea de Gustavo Canales y la lesión de Eduardo Morante. Por eso llama la atención la refulgente estupidez del periodismo deportivo nacional, embanderado con el fracaso y el pesimismo tal como lo hacían los burdeles de antaño respecto de las enfermedades venéreas. No tardaron en hilar sus babas ignorantes en torno a la palabra “decepción”.  
La derrota a manos de Nacional en Medellín, si bien es un resultado odioso, llega en el momento oportuno: esto es sólo el comienzo, es reversible y Sampaoli sabrá sacar las conclusiones de rigor, pues aún está buscando la oncena titular y quienes no aprovechen la oportunidad adornarán la banca de suplentes. Esto debiera preocupar al apático Pedro Morales.
Anoche se extrañó la presencia de Matías Rodríguez, un jugador copero por excelencia y, pese al buen desempeño de Charles Aránguiz y de Marcelo Díaz, el mediocampo creativo no pudo resolver la estrategia defensiva de Nacional, cuadro que no tuvo vergüenza de jugar al contragolpe y de hacer tiempo: reflejo del respeto que se ha ganado la Universidad de Chile en el continente.
Hubo mucha imprecisión, costaba controlar el balón -tal vez por la altura- y los delanteros estuvieron muy pasivos al momento de zafarse del anticipo. El tridente ofensivo, pese a la protesta de los aguafiestas, cuenta con variantes sugestivas a las que sólo debe sumarse un centrodelantero de fuste: si este componente no se halla en el mercado sudamericano es la hora de acudir a Ángelo Henríquez.
Lo positivo de ayer, otra vez, fue la valentía del cuerpo técnico: si antes del encuentro nos hubiesen dicho que la zaga de la U jugaría en Medellín con una línea de 3 conformada por Magalhaes, Acevedo y Rojas, habríamos visto el partido en una iglesia. Sin embargo, esto no fue un baile, los colombianos no fueron una tromba y los azules dominaron el centro del campo. El problema fue la falta de profundidad, asunto que puede resolverse en el corto tiempo y en el que Guillermo Marino y Gustavo Lorenzetti tienen mucho qué decir.
Es fácil crucificar a Albert Acevedo, pero debemos convenir en que este jugador fue al sacrificio en una zona en la que se siente incómodo. Acevedo es muy interesante en labores tácticas específicas pero jamás como líbero. No olvidemos su impecable presentación ante Liga en Quito. Lo que sí dejó ver el segundo gol de los anfitriones es que la ausencia de Morante unida a un bajón de Osvaldo González deja a la retaguardia en la más absoluta orfandad, situación fatal ante la calidad de los delanteros latinoamericanos. La partida de Marcos González debió haber implicado el arribo de dos zagueros de calidad internacional y no sólo de uno. Esperemos que Lichnovsky sea capaz de mitigar esa carencia.
Por ahora es imperioso mantener la calma. Éste era recién el tercer partido oficial de los azules y se enfrentó a una potencia sudamericana de manera digna y atrevida. Sampaoli usará el pleito contra Palestino como ensayo para el vital compromiso contra Godoy Cruz el próximo miércoles. 
Ojo: en estas Copas no es tan importante cómo se empieza, sino cómo se termina.
¡A apoyar a la U con todo y a escarmentar a los macacos que pretenden fastidiar este momento histórico con un boicot absurdo! ¡Viva la U, mierda!

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