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lunes, 5 de diciembre de 2011

LA FINAL

La Universidad de Chile jugará su primera final continental. Luego de pasar por administraciones deplorables que incluso la enviaron a segunda división, hoy en día la U tiene la gran posibilidad de asentarse como potencia sudamericana. Se trata de una oportunidad histórica que no se puede desperdiciar. Y ojo, esta crucial ocasión ni siquiera tiene que ver con el resultado de los dos partidos ante Liga: sabemos que Sampaoli saldrá a ganarlos, que el conjunto tiene la capacidad para hacerlo y tenemos la esperanza de que aquello se concrete; sin embargo, el futuro del club dependerá de que estas instancias se reiteren año tras año. ¿De qué sirve ganar un trofeo si luego se cae en el anonimato o en la mediocridad perenne? Muchos clubes obtuvieron un título internacional y luego desaparecieron del circuito cosmopolita de manera patética.
Este presente azul debe valorarse porque, precisamente, da la impresión de que se trata de un gran comienzo. Y de hecho, este peregrinaje se inició hace tres temporadas con el gran Sergio Markarián, un DT magnífico que fue injustamente criticado por nuestros imbéciles periodistas. Markarián hizo mucho con muy poco. Recordemos el escaso plantel que tenía la U y las dilatadas lesiones de Montillo, la figura del equipo. Además, para entrar a la fase de grupos de la Libertadores 2009 los azules debieron eliminar a los superhéroes del Pachuca, ni más ni menos. Markarián logró avanzar a segunda fase relegando al difícil Boyacá Chicó y venciendo en la última fecha a Aurora en Bolivia. Fue la gran Copa de Miguel Pinto. Al semestre siguiente, tras las abrupta y desgraciada partida del DT uruguayo, la directiva de Azul Azul cometió un error macabro: contratar al farsante de Basualdo, un patán descarado que abandonaba al plantel dos veces a la semana para ir a Argentina. Corolario: el Clausura del 2009 fue el único campeonato en el que la U no clasificó a los play-off. Paradójicamente, hubo un rendimiento internacional provechoso que dejó a la Universidad de Chile en cuartos de final de la Copa Sudamericana: eliminó al Deportivo Cali y al Inter de Porto Alegre, cuadros de primer orden. El 2010 llegó Pelusso y la semifinal de la Libertadores, en la que el estratega falló en lo que hoy brilla Sampaoli: intrepidez y convicción.
La primera tarea de esta administración es asegurar la continuidad del cuerpo técnico. Será difícil, pero el DT está muy identificado con el equipo y dada la bonanza económica causada por el rendimiento internacional bien puede asegurarse su permanencia mejorando su contrato cada vez que finalice la temporada. Estamos hablando de un profesional a toda prueba que es admirado por el universo futbolístico en general. Antípoda de frescos como Basualdo.
En cuanto al plantel, la faena debe ser similar: algunos partirán porque tienen derecho a asegurar su futuro, pero aquello implica el arribo de reemplazantes idóneos y el constante enriquecimiento del equipo. En este caso, la llegada de Junior Fernandes es óptima, pues es un jugador desequilibrante que además no ocupa plaza de extranjero. Es la voz de Sampaoli la que debe primar a la hora de contratar refuerzos.
Ahora se viene Liga, un escollo complicado que se enfrentará con la certidumbre que posee la U: un cuadro que sabe dar espectáculo y conseguir resultados, incluso cuando los pronósticos son funestos. Debe primar la esperanza y la humildad. Sampaoli conoce al rival y es un sujeto estudioso.
Lo más hermoso de todo es el propicio horizonte que se vislumbra en el futuro inmediato: una Universidad de Chile respetada en Sudamérica y calificada para disputar instancias avanzadas en las Copas continentales. Una institución que por fin parece dejar atrás un segundo plano totalmente antagónico al amor que le profesan sus hinchas.

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